jueves, 20 de diciembre de 2007

Cortita y autofestejante

Ayer fue la entrega de diplomas de mi hermano menor que, para su inmensa felicidad, terminó de una vez por todas con ese karma espantoso que no sirve para otra cosa que para enseñarle a la gente a madrugar, que es el colegio.
A grandes rasgos, el evento no difirió en mucho de cualquier otro de características similares: mucho adolescente emocionado, mucho profesor haciendo los chistes de rigor, mucho padre emotivizado porque se le egresaba el nene y mucho videíto "que no se corte" y "Egresados 2007".
Hasta ahí, todo normal. Sin embargo, en algún punto de la ceremonia que no recuerdo exactamente, pero creo que fue más o menos cuando la rectora empezó con el speech de "la nueva etapa", yo no tuve mejor idea que ponerme a llorar a moco tendido y sin consuelo, a tal punto que mi abuela me preguntó si me angustiaba el paso del tiempo, mi madre si me sentía bien, mi hermano si estaba drogada y mis amigas si necesitaba una pastilla de ibuprofeno.
No, no, y no. Yo lloraba sin cesar, sì, pero no porque me hubiese emocionado el evento, ni porque me hubiesen conmovido las palabras del docente emotivo de turno, y ni siquiera -por mucho que me alegre-porque a mi hermano le hayan dado su diploma.
Yo lloraba, al mejor estilo protagonista de película italiana de posguerra, porque sabía que hoy, a esta hora, y si todo salía como tenía que salir, la recibida iba a ser yo.

Díganme Editora.

(O casi, porque soy TAN a pedal que todavía debo una materia del CBC. Pero bueno).

domingo, 16 de diciembre de 2007

De tacheros y mujeres

Es hora de que alguien lo diga, en vistas a que todas las argentinas (o al menos todas las porteñas) nos vamos a tener que enfrentar una y otra vez a la misma enfermante situación por los próximos 4 años.
Por supuesto que no voy a hablar de política, no se asusten.Para eso necesitaria a.estar en condiciones de hacerlo, b.estar motivada para hacerlo y c. un blog en Wordpress. Pero sí voy a hablar de este gobierno o, mejor dicho, de las implicancias sociales más inmediatas del mismo.
Este gobierno, sépanlo todos, no es nada más ni nada menos que el producto trasnochado y malparido de la cruza entre un tachero borracho y la lámpara de Aladino versión tercermundista. Hete aquí que, a la ya consabida tortura que representa el intercambio de palabras con el chofer, ahora se le suma el pequeñísimo detalle de que los muy energúmenos están de parabienes: por el mismo precio (por el mismo precio que en Manhattan, cabe aclarar) y la misma distancia que antes, ahora pueden despacharse largo y tendido sobre los dos tópicos que más disfrutan a la hora de hablar boludeces: el gobierno y, Dios nos ampare, las mujeres.
De solo imaginarme la cantidad de chascarrillos medio pelo y comentario machistoides y decadentes a los que los tacheros (y no sólo) nos van a someter a lo largo de los próximos años, me dan ganas de extirparme las orejas con un pelador de papas oxidado y sin filo.
De ninguna manera estoy dispuesta a tolerar -no sin terminar discutiendo a grito pelado en medio de Corrientes y Carlos Pellegrini, al menos- que un gremio entero de pelotudos (que para colmo de males se han puesto TODOS de acuerdo, estén a favor o contra del gobierno de turno) se regocije taladrándome -aún más- la cabeza con comentarios del tipo "Uh, si mi jermu fuese presidente...", o "Ta buena la vieja, ¿eh?" o peor aún -y acá es cuando me dan ganas de ser Uma Thurman en Kill Bill y degollar al muy animal con el borde del espejo retrovisor- "La verdá es que para ser mujer..."
No es porque yo sea partidaria de ese invento de gordas feas que es feminismo en su faceta más recalcitrante, ni mucho menos. Ya alguna otra vez aclaré que el enfrentamiento machismo-feminismo me aburre hasta el llanto, y sigo manteniendo la misma postura al respecto. Pero es que soy partidaria de la democracia y de la igualdad y, en ese sentido, creo que no hay ningún estado que cumpla tan bien con esas dos condiciones como la Pelotudez Infernal, que trasciende alegremente fronteras de todo tipo, color, género, edad, nacionalidad y clase social.
Estoy pensando seriamente en comprarme un auto: por favor que alguien me averigue qué fue de la vida de Roxi Panigassi, que necesito contratarme una ChoferA con carácter de urgencia.

martes, 11 de diciembre de 2007

Comfortably Numb

Si este fuese un blog de esos que dan para escribir cosas cortas y al pasar, ya mismo estaría poniendo un post que dijese alguna boludez del tipo "Estamos trabajando para Ud." o simil, y me quedaría tranquila al respecto.
Como no lo es, y como quien suscribe es una persona culpógena y autoflegelante de esas que sienten que tienen que ir por la vida dando explicaciones por todo (y gastando fortunas en terapia, de paso), ahora me veo en la obligación de escribir algo más o menos largo y coherente tratando de justificar la ausencia, pidiendo perdón por las 4254 ideas malas que se me ocurrieron y no escribí y excusándome por haber llegado, incluso, a fantasear con cerrar el blog a la mierda, y ya.
Podría, pongamosle, hablar de mi trabajo. Y me van a tener que disculpar uds. por el aburrimiento, pero de lo único que tengo ganas de hablar es mi compañero de laburo M.G..
M.G. es la persona más intachable del mundo, sin temor a exagerar ni a equivocarme. Es lindo, bueno, prolijo, correcto, educado, simpático y cordial. Además, es paciente y pedagógico como una maestra jardinera, pero tan serio y respetuoso como un profesor universitario.
M.G. se casó cuando era más joven que yo, empezó a trabajar en la empresa más o menos cuando tenía mi edad y se recibió algo así como 1 año después de eso, de una carrera que por supuesto nunca ejerció. Tiene una hija de dos años que sonríe desde el fondo de la pantalla (nada de portarretratos y esas mersadas: M.G. es un tipo muy medido) y alrededor de la cual parece orquestarse toda su vida.
M.G. no puede salir del país, por los papeles de "La gorda". No puede vacacionar en la playa, porque "La gorda" se insola. No puede irse al sur, porque es mucho viaje para "La gorda". No puede irse al norte porque, además de ser mucho viaje, podría haber bichos tipo una vinchuca, que atentasen contra el bienestar de "La gorda". Moraleja: M.G. decidió que pasará sus únicos 14 días de vacaciones en una estancia a 100 kms de Buenos Aires, donde estará tranquilo porque ya se cercioró de que hay un médico las 24 hs., listo para atender a "La gorda" ante cualquier eventualidad.
M.G., decía más arriba, se casó a los 23. Su mujer no sonrìe desde ninguna foto, pero llama por teléfono a razón de una vez cada dos horas, y siempre parece tener que consultar algo relacionado con "La gorda". No sé si M.G. está enamorado de su mujer, si la ama con locura o si es la persona junto a la que soñó envejecer. Tampoco sé si la odia, si la caga o si no la soporta. Lo que sí sé, sin lugar a dudas, es que M.G. y su mujer son la clase de personas a las que dejaría a cargo de regarme las plantas si me fuese de viaje: estoy segura de que se turnarían para venir a mi casa con una regadera, fertilizante y un artilugio importado para medir el nivel de humedad de mi potus. Esa es la clase de gente que son.
A M.G. no le cambia la cara cuando habla con su mujer, ni para bien ni para mal. No se pone contento cuando la atiende, ni modifica ni en un decibel el tono cuando habla, ni jamás corta ofuscado por la charla. M.G. acaba de cumplir 9 años de casado, pero no parece haberle parecido ni mucho ni poco.
También decía que M.G. empezó a trabajar en la empresa antes de recibirse y que, aunque se recibió (como no podía ser de otra manera) jamás ejerció su carrera. Una vez terminada la pasantía para la que entró, 6 años atràs, le ofrecieron quedarse y el dijo que sí. Después, pasito a pasito y muy a lo "empresa yanqui", M.G. fue escalando posiciones, cambiando de área y ganándose el respeto de sus superiores.
M.G. nunca podría ser un "Superior", porque para eso hay que ser Ejecutivo. M.G., tan prolijo y aplicado, no es más que un muy buen Operativo. Pero eso tampoco parece importarle.
Hoy le pregunté a M.G. si no pensaba nunca ejercer su profesiòn, si no quería hacer un posgradoo o estudiar otra carrera, si no le gustaría viajar o haber viajado, si no soñaba con hacer algo "con lo suyo"...

"¿Sabés qué pasa?...es que la verdad...es que estoy tan cómodo así..."

M.G. está "cómodo", y a mí me corrió un escalofrío por la espalda. Lo único que quiero para el arbolito es que alguien me prometa que, si alguna vez me oye hablar como M.G., se haga cargo de que me autoricen la eutanasia.

domingo, 25 de noviembre de 2007

A ciascuno il suo

"Para cada roto hay un descosido", "Cada oveja con su pareja" y "Cada olla tiene su tapa" son todas frases que, como la mayoría de las cosas que indica la sabiduría popular, encierran una gran e indiscutible verdad:
todos y cada uno de los miles de millones de seres humanos que habitan en este mundo eventualmente encuentran, o creen encontrar, a ese "otro" que representa todas esas cosas a las que el imaginario colectivo se refiere como "media naranja".
Ahora bien, cuando ese encuentro tan extraordinario se produce, la gente tiende a reaccionar en formas de lo más variadas y diversas: están los que se limitan a adoptar algunas costumbres de su nuevo amor, los que cambian radicalmente de modo de vestir o de comer, los que abandonan de la noche a la mañana determinados hábitos y los que, para el horror de todos los que los conocen, se transforman hasta convertirse en una suerte de Frankenstein enamorado, una creación macabra e insoportable producto de la influencia de la pareja de turno.
Éstos últimos son, además de gente con una gran cantidad de problemas, personas para las cuales construir una pareja equivale a algo así como ingresar en una secta fundamentalista: en períodos de tiempo escandalosamente cortos el enceguecido amante abandona absolutamente todo lo que, hasta ese entonces, había constituído el parámetro según el cual se organizaba su existencia.
Por supuesto que dar de baja del celular todos los contactos con nombres tipo "Federico de Pachá" o "Rubia con escote", resignar la manía de ir por la vida recolectando anécdotas de corte amoroso-sexual y cambiar los vodkas dobles y los domingos de resaca por un buen vino entre dos y un desayuno en la cama son todas cosas que están muy bien y son harto necesarias para el correcto desarrollo de una relaciòn, no me malinterpreten.
Ni siquiera, cabe aclarar, me estoy refiriendo a la gente que cae estúpidamente en ese tipo de comportamiento. Lo que de verdad me altera los nervios y me dan ganas de romper cosas, al contrario, es el tipo de persona que es capaz de generar esa clase de sometimiento extremo.
Hombres, no sé, pero mujeres hay muchas, muchísimas, que responden a ese perfil infesto de ser humano.
Brujas retorcidas que no se cansan de vociferar a los cuatro vientos lo maravillosa que es su pareja, lo bien que se lleva con los amigos de su novio y lo madura que es su relaciòn, al tiempo que despliegan una serie de artimañas maquiavélicas que terminarán alejando al pobre boludo de turno de todos sus amigos (de las amigas ni se habla), de todas sus costumbres y, de ser posible, de toda su familia.
Arpías mediocres y resentidas de culos grandes y capacidades limitadas que, conscientes de que carecen de belleza, inteligencia, y simpatía, apelan a todo tipo de recurso berreta para mantener a su presa atrapada, enceguecida y pelotudizada el mayor tiempo posible y hasta el altar, en el peor de los casos.
Mujeres viles que encarnan al detalle el estereotipo de la lectora standard de Cosmopolitan o la fanática imbécil de cuanta novelita mujeril ande dando vueltas; mujeres que aterran y dan vergûenza ajena pero que, cuànta bronca me da, siempre terminan saliéndose con la suya.
Y todo esto viene a cuento de que, lamentablemente, hace ya un tiempo que tengo que padecer demasiado de cerca a una de estas sucias trepadoras: este fin de semana, ellos festejaron tres años. Yo, en cambio, celebré un nuevo aniversario de la muerte de uno de mis amigos más queridos, al cual oi jurar por su mismísima madre que JAMÁS caería en la trampa. Ojalá sean muy felices, y ella se atore comiendo perdices.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Dime por què NO llamas...

Poco inspirada como vengo ultimamente, pero con la firme intenciòn de cumplir con mis deberes para con este espacio, recurrì una vez màs al maravilloso universo twittero en busca de material para un nuevo post. La pregunta iba dirigida mayormente a la platea masculina, y la intenciòn era la de tratar de dilucidar cuàl es el oscuro motivo que se esconde detràs de esa costumbre sàdica y detestable que tienen los hombres de pedir el telèfono para no llamar jamàs a la dama en cuestiòn. Dama que, por su parte, se pasarà alrededor de unos 7 dìas (una semana es una ventana de tiempo màs que razonable, convengamos) mirando fijo el celular y rellamando a cuanto nùmero desconocido se encuentre en el caller ID, todo para concluir, como de costumbre, en la màs absoluta desolaciòn.
Yo siempre estuve convencida de que los muy tilingos coleccionan nùmeros por puro placer, los intercambian como figuritas o, como muy atinadamente dijo ella, estàn armando una base de datos. No sè si pretenden vendèrsela màs tarde a algùn revendedor de Avòn o de cosmèticos Mary Kay, si creen que por cada 100 nùmeros que junten obtendràn a cambio una foto de Luciana Salazar en pelotas (como la gente que junta boletos de colectivos para la mìtica silla de ruedas), o què carajo, pero por màs vueltas que le dè al asunto, para mì no hay muchas màs opciones que esas, por ridìculas que suenen.
Quiero decir, somos todos gente adulta y razonable, y a esta altura del partido nadie se va a ofuscar porque no le pidan el telèfono, o el mail en el peor de los casos. Ademàs, vamos, que si hay que ser honestas, nosotras mismas muchas veces damos telèfonos erroneos o esquivamos el pedido con excusas ridìculas e improbables. Lo que irrita, digo, es cuando despuès de mantener una conversaciòn de dos horas, haberse reido de los chistes mutuos y haber compartido miraditas còmplices, prometan llamados y salidas para terminar desvanecièndose en la nada como por arte de magia negra.
Ahora bien, como decìa màs arriba, la pregunta apuntaba a obtener respuestas por parte de los directamente involucrados en este asunto.
Y no, chicas, no se esperen grandes revelaciones: al final de cuentas, dijeron ellos, no hay grandes motivos, excusas nobles o explicaciones razonables. No señor. No llaman, dicen, porque les da "inseguridad", "cosita", "miedito"... Malditos cobardes.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Ora et Labora

Por motivos que escapan a mi razonamiento, y que tendré que tratar esta semana en terapia, en los últimos posts me dediqué casi por completo a temas relacionados con las relaciones de pareja, la fidelidad, la atracciòn de sexos y demases; cuestiones todas muy interesantes que deberé abandonar urgentemente. Primero, porque temo volverme monotemática y recursiva y, segundo, porque odiaría ver este blog convertido en un pseudo-consultorio amoroso virtual, que para eso ya está el "Correo de lectores" de la Cosmo.
Cambio abruptamente de tema, entonces, para pasar a indagar en la profundidad del amplísimo y siempre bien nutrido mundo del "campo laboral".
A punto de recibirme, y a tan solo un año de cumplir un cuarto de siglo, me pareciò prudente de mi parte tomar la gran decisiòn de dejar de boludear de una vez por todas y encargarme de conseguir un trabajo "serio". "Serio", en este caso, se refiere a un trabajo que cumpliese con una serie de requisitos que no vienen al tema, pero que se relacionan con lo que en el imaginario colectivo se entiende por "trabajo": oficina, X horas diarias, obra social, ART, remuneración, aguinaldo, microcentro, "empresa multinacional", etc.
Dicho y hecho, un CV "recursos humanos approved", SEIS instancias de entrevista y un par de semanas más tarde, empecé efectivamente a trabajar en una empresa "de verdad".
Por el momento, y muy a pesar de mi intolerancia crónica, no tengo nada malo para decir al respecto. Digamos que, a grandes rasgos, "está todo bien". Ahora, como siempre me pasa, tengo unos problemas espantosos a la hora de la socialización que, en la oficina, es algo así como la clave de todo lo que existe para hacer la cotidianeidad más llevadera.
Léase: no veo televisión, no tengo paciencia para contestar de buena manera cuando me preguntan "¿De qué cuadro sos?", dejé de ver cine argentino después de "El hijo de la novia", no prendo la radio desde el 2002, no leo de los diarios más que los suplementos culturales, la música nacional me altera el sistema nervioso y ah, NO, no tomo mate, ni tampoco como "faturas", ni bizcochos, ni ninguna de esas poquerías saturadas de grasa y carbohidratos que se degluten bestialmente en habitats laborales.
Es decir, en pocas palabras, para el universo oficinístico vengo a ser algo así como una planta con la que no hay mucho de qué hablar, pero soy demasiado terca como para sucumbir ante la presión del pandillismo y terminar cayendo en los lugares comunes de la charla trivial en el ámbito de trabajo. En principio parecería evidente que, para distraerme, no me queda otra que recurrir -como tantos miles de trabajadores opiados- al infinito refugio del mundo virtual.
Pero no, ni siquiera eso: en la maravillosa empresa de la que ahora formo parte el "boludeo" no solo no está bien visto, sino que está terminantemente prohibido: no puedo chequear mails, ni entrar al twitter, ni divagar en el blog, ni -por supuesto- hacer uso del msn. Es decir, mi vida social, tal como la conocía hasta ahora, está a punto de entrar en un período oscuro y silencioso, al menos en el horario laboral de lunes a viernes de 10 a 19.
Como contrapartida, supongo, y por lo menos hasta que encuentre la forma de trampear el sistema, mi productividad y desempeño se verán incrementados a niveles extraordinarios. Eso, o moriré de tedio y desesperación en el intento.

miércoles, 31 de octubre de 2007

Yo...¿me quiero casar?

De un tiempo a esta parte me viene pasando algo que a esta altura dejó de ser curioso, o "gracioso", para pasar a ser realmente llamativo y, por qué no, casi alarmante.
No sé si será la edad, la psicosis colectiva, la lectura -nunca abusiva-de Cosmopolitan o el largo período de soltería militante que vengo llevando, pero resulta que hace ya unos cuantos meses que se repite la siguiente escena:
Luego de divisar en cualquier locación (una fiesta, por la calle, o el Disco, da igual) un chico lindo, y después del consabido intercambio de miradas y gestitos de "hacerse la/el linda/o", me ocurre que, al bajar la vista para buscar sus manos (es vox populi que las mujeres nos fijamos SIEMPRE en las manos del potencial candidato), descubro sistemáticamente instalada en el dedo anular de la mano izquierda una alianza cuya antiguedad, se calcula por el brillo, jamás supera el año de existencia.
Aclaremos: el rango etario dentro del cual selecciono amoríos está entre un poco más de mi edad y unos diez años más, aproximadamente. O sea, no ficho señores de 40, ni treintaylargos consumidos por una vida rutinaria, al punto tal que ni siquiera me llaman la atención los profesores de la facultad ni ninguno de esos fetiches femeninos que tan bien conocemos todos.
Tampoco tengo el morbo de salir con "un casado", enamorarme perdidamente de una ilusión vana o someterme a la disponibilidad de otro para organizar mi agenda, cuestiones todas que van muy de la mano con ese espanto de ser "la otra", pero que, en última instancia, explicarían un poco mejor mi situación.
Es decir, considerando el amplio abanico de "candidatos idóneos", realmente no deja de sorprenderme que, a contramano de todo lo que se dice sobre "la soledad" y la "incomunicación" y todas esas sandeces contemporáneas, al menos en MI mundo el porcentaje de casados/cazados sea por demás abrumador.
¿Será que andan todos por ahí como en el juego de las sillas, apurándose para no perder el turno? ¿O será que llega un punto en la vida en que la soledad viene, de sorpresa, a pegarte una patada voladora en la nuca?
Debe ser, me parece, que muchos de todos ellos se dejan llevar por una resignación tal que, sin darse cuenta, termina por hacerlos caer en esa ficción terrorífica de la "domesticación" y la fidelidad impuesta. Porque si fuese convicción pura, seamos sinceros, no tendrían por qué andar devolviendo miraditas sugerentes en la cola del supermercado.

viernes, 26 de octubre de 2007

¿Qué tendrá el petiso?*

Dentro de los grandes misterios de la humanidad, tipo de dónde venimos, a dónde vamos y quiénes somos, hay uno que ha sido sistemáticamente pasado por alto y que, sin embargo, merece la mayor de las atenciones: ¿por qué gustamos o nos gustan?
Todos hemos visto alguna vez, en Animal Planet o Discovery Channel, cómo y por qué se atraen las parejas en el mundo animal; pero nadie, por más Cosmopolitan, H, o pasquín de turno que haya leído, está en condiciones de establecer a ciencia cierta los criterios de atracción, selección y seducción de la raza humana.
Hay gente objetivamente "linda" que resulta ser espantosamente desafortunada en el amor, en tanto que hay otros, por los cuales nadie daría un peso, que arrasan con cuanto especímen se les pone adelante. Esto es muchísimo más marcado en Europa donde, y hay gente que lee este blog que no me va a dejar mentir, es por demás común y llamativa la combinación de pareja orto + caño.
Dejando de lado teorías tales como la del índice de incogibilidad del sujeto en cuestión (de la cual hablaré en otro post), el tema resulta de lo más misterioso e inexplicable a menos que, en un intento por simplificar la cuestión, se recurra a las siempre prácticas analogías.
Yo crecí en una familia de primos hombres, con lo cual no es de extrañar que, para el primer cumpleaños en el que pude emitir palabra, pidiese de regalo "un autito". Espantados, mis parientes corrieron a la juguetería más cercana a comprar Barbies y Pequeño Pony a granel.
Los últimos se convirtieron en caballería para los muñecos de Gi-Joe de mis primos, y eventualmente terminaron por resultarme simpáticos. Las Barbies, en cambio, siempre me parecieron un juguete aburridismo: al meterlas en el agua el pelo se les volvía una escoba (sí, a la sirena también); perdían la cabeza demasiado fácilmente y, si se forzaban un poquito sus toscas articulaciones, era muy probable quedarse con una pierna o un brazo en la mano. Siempre eran demasiado grandes para incluírlas en el circo o el barco pirata de los Playmobil y, para colmo, el único muñeco que cumplía con las proporciones físicas necesarias para oficiar de novio era Ken.
Ahora bien, si la Barbie era aburrida, el "Barbo" era la representación perfecta del embole más extremo. Mientras la rubia cocinaba, manejaba, iba al gym y tenía ocupaciones tan diversas como médica o astronauta, el eunuco con cara de Guillermo Andino que tenía de "pareja" no servía para nada. Viéndolo a la distancia, creo que no sería exagerado decir que, más que la pareja, Ken no era otra cosa que el amigo gay de Barbie.
Sin embargo, se sabe, Ken y Barbie representaban algo así como la quintaescencia de la belleza humana, con sus pelos rubios, sus ojos azules y sus proporciones perfectas (al menos hasta que la gente de Mattel tomó conciencia social e introdujo al mercado la Barbie afro, la Barbie oriental, la Barbie con acné y demás).
De haber sido personas, Ken y Barbie podrían ser tranquilamente una pareja de suecos: perfectos, sí, pero terriblemente aburridos.
Mis juguetes favoritos, en cambio, una vez superada la instancia de "varoncito", siempre fueron muñecos raros, deformes, y hasta medio feos, pero que en mis juegos infantiles se convertían en héroes de la primera hora, salvaban al mundo y, por supuesto, se quedaban con la chica.
Eran hombrecitos toscos, playmobils mutilados y hasta un par de tortugas ninjas, pero eso sí, tuneados a más no poder con trapos originalísimos hechos por mí, pelos y cabezas pintadas con témperas de colores y casas alucinantes hechas con cajas de zapatos, legos y papel glacé.
De haber sido personas, mis juguetes hubiesen sido italianos. Romanos, para más datos. (Los italianos del sur suelen ser escandalosamente mersas, y los del norte TAN metrosexuales que abruman).
Con el correr de los años dejé de jugar con esos muñequitos grotescos y empecé a inventar historias y aventuras con otros, los muñequitos "de verdad". De más está decir que mi división infantil sigue en pie hasta hoy, y que de todas las veces que viajé, de todas las nacionalidades que conocí y de todos los hombres con los que alguna vez estuve elijo, sin pensarlo, a un italiano antes que a un sueco. La perfección y la belleza extrema por sí mismas, a la larga, aburren.
El humor, el encanto, la elegancia, la simpatía y la seguridad en uno mismo son cualidades inherentes a la gente sexy. Y el sex-appeal, se sabe, dura toda la vida.


* Si alguien llega hasta acá googleando a Ricky Maravilla, me muero. Que avise que le regalo el disco.

lunes, 22 de octubre de 2007

Apio verde


En líneas generales adoro cumplir años, y que me digan cosas lindas y me deseen maravillas para el resto de mi vida. Ahora bien, este año estoy un poquito preocupada...díganme que 24 no es tanto...¿no?...¿¡NO!?

miércoles, 17 de octubre de 2007

Mika vs. "Juani"

Además de una herramienta de uso todavía incierto, el Twitter funciona también como una suerte de chat en el que, cada tanto, se generan debates de distinto tipo.
Hoy, por ejemplo, twiteé que harta de recibir mails de mis amigas baboséandose como teenagers por este pibe (que en mi opinión tiene cara de enano, o de mogólico) opté por empezar a contestarles con fotos de Mika, que es sin lugar a dudas el hombre más lindo del planeta.
A raíz de eso se armó una interesantísima discusión twittera que involucró opiniones varias sobre ese deporte infesto que es el rugby, sobre los macacos espantosos que lo practican y, eventualmente, sobre las distintas interpretaciones de la homosexualidad masculina.
En este punto me apremia la necesidad de hacer dos consideraciones fundamentales, antes de seguir explayándome en el tema que nos convoca:
1. No sólo me tiene (a mí y a un altísimo porcentaje de mujeres) absolutamente sin cuidado que a Mika le gusten los hombres, sino que aún sabiéndolo sin el más mínimo resabio de duda me casaría de todas formas, aunque más no fuese para mirarlo mientras duerme. ASÍ de lindo me parece.
2. No sólo me tiene aún más sin cuidado el desempeño de Argentina en el Mundial de Rugby (o en cualquier disciplina deportiva, para el caso), sino que el deporte en sí me parece una animalada sin gracia y, quienes lo practican, unos cerdos mononeurónicos sin remedio. Y esto no lo digo porque "se diga", porque "es un mito", o por lo que mierda sea que pueda ocurrírsele a quien me lo quiera refutar. Lo digo con conocimiento de causa, después de haber pasado mi adolescencia saliendo con grupetes de rugbiers de clubes paquetones (muchos de las cuales ahora tienen causas abiertas en su contra por haber fracturado narices y mandibulas de gente inocente), aburriéndome como una ostra en la tribuna de los sevens veraniegos que se hacían en "Punta" y esquivando por tres años las invitaciones ("Boló, te venís este finde a comer un asado en lo del Gordo, ¿no?") de los ex-amigos de mi novio otrora rugbier, eventualmente rehabilitado para convivir en sociedad.
Prosigo, entonces, y aclaro que escribo en parte inspirada por el debate antes mencionado, y en parte contestando a este post.
Huelga decir que comparar los atributos de estos dos hombres equivaldría, en el mundo masculino, a poner bajo la misma lupa a Luciana Salazar y a Celeste Cid. Es por demás evidente que encarnan dos estereotipos completamente distintos y casi opuestos de "Belleza" y "Hombría" (al que quiera objetar que Mika es puto, favor referirse al punto 1 ut supra), y sin embargo, de la comparación surge la inquietud por tratar de comprender qué es lo que cada uno de ellos representa.
Yo, que en "El club de la pelea" elijo sin pensarlo a Edward Norton antes que a Brad Pitt, voy a tratar de hacer un esfuerzo para imaginarme por qué motivos un rugbier standard puede llegar a resultar atractivo para una mujer inteligente, culta, con autoestima, autosuficiencia e independencia.
(...)
...cierto. A esas, los rugbiers, no nos caben NADA.

lunes, 8 de octubre de 2007

De usos y husos

Hasta no hace tanto tiempo, cuando una chica conocía a un chico le daba el número de su casa, y punto. En aquella época, las complicaciones del caso se reducían a cosas tan "simples" como no poder despegarse del teléfono ni para ir al baño, pelearse con padres y hermanos porque acaparaban el aparato y chequear que hubiese tono cada dos minutos. Lo más grave que podía pasar era tener que salir por algún motivo de fuerza mayor y que, a la vuelta, alguien nos informase que "te llamó un chico": drama, desesperación y amenazas de muerte eran lo mínimo que le tocaba al desafortunado informante ¿Cómo no le preguntaste el nombre? ¿Pero qué dijo exactamente? ¿Y qué voz tenía? ¿Voz de Pablo, de Martín, de Felipe? ¿Y le dijiste que volvía enseguida? ¿Y dijo que volvía a llamar? ¿Seguro?¿Pero cómo no le vas a preguntar el nombre, el teléfono, la dirección, algo?... Y así transcurría la vida, de nuevo a pasar las horas esperando que el estúpido aparato se dignase a sonar de una vez por todas.
Ahora bien, tecnología mediante, el teléfono de casa está demodé y el panorama es insoportablemente más complicado: tenemos celulares que nos permiten atender a nuestro amor hasta en el subte, caller id para identificar su número y llamada en espera para evitarnos cortarle a todo el mundo por las dudas que él llame, pero, Dios nos ampare, todo eso no es nada al lado del incordio detestable que representa el famoso "Mensaje de texto".
La tarea de un egiptólogo es un chiste al lado del arduo y frustrante trabajo que se toman las mujeres al intentar desencriptar el contenido de un SMS: no hay palabra, ni coma, ni signo de exclamación que escape al análisis de una mujer y sus 10 amigas, y todo para concluir una y otra vez en la más absoluta incertidumbre.
El lenguaje escrito, se sabe, puede prestarse a malos entendidos, confusiones e interpretaciones tendenciosas, y contra eso es lamentablemente muy poco lo que puede hacerse. Hay, sin embargo, ciertos indicadores clave que ninguna mujer que se precie debería ignorar ni, mucho menos, captar en forma equivocada.
El primero, el más importante y el que define a priori cualquier tipo de mensaje subliminal escondido en la pantalla es, sin dudas, la franja horaria en la que el SMS en cuestión fue enviado.

Veamos:

Días hábiles: un chico que tiene intenciones "serias", un mínimo interés genuino o cuando menos unos buenos modales, se toma el trabajo de mensajear a la dama al menos una vez a lo largo de la semana. Puede ser un martes a la noche, un miércoles a la mañana o un jueves a la tarde, pero ningún caballero que se precie de tal cometería el grosero error de no ir preparando el terreno a medida que se acerca el "finde" y van creciendo , obviamente, las posibilidades de un encuentro.

Viernes mediodía-tardecita: el que mensajea el viernes temprano es muchísimo menos hábil que el anterior, pero todavía merece crédito por haberse acordado, aunque sea a último momento, de la cita que tenía pendiente. Según el caso puede tratarse de una invitación simpática o alguna propuesta divertida, pero la mayoría de las veces lo más aconsejable es declinar el ofrecimiento educadamente, primero porque obviamente una ya tiene planes, y segundo porque así, si le interesa, la próxima semana estará más atento a no dejar correr los días estúpidamente.

Viernes tarde-noche: a esta altura del día, un mensaje puede demostrar dos cosas: o una falta de criterio atroz por parte del mensajeante o, y me atrevo a decir que esta es mayoría, unas intenciones claras e indudables de evitarse todo el trabajo que implica una salida como la gente y pasar sin más preludios al momento de la consumación de los hechos. Los más educados suelen apelar a eufemismos tales como "ver una peli" o "tomar algo", pero en el fondo lo único que querrían escribir son las palabras "sexo desenfrenado sin compromisos".

Viernes trasnoche: pasadas las 11 pm los mensajes suelen ir subiendo de tono y urgencia a la par que crece el nivel de desesperación y la cachondez del sujeto en cuestión. Puede ser que haya ido a un lugar feo, que no haya salido del bar mugroso en el que se juntó con los amigos a hacer el pre, que nadie le haya dirigido la palabra en toda la noche o simplemente que le de una pereza inhumana el simple hecho de encarar una conversación, pero en cualquier caso, el mensaje de trasnoche no es otra cosa que el clásico "manotazo de ahogado". Poco importan los motivos, el contenido del SMS o lo mucho que diga que "te quiero ver YA": el objetivo es uno solo, está clarísimo y no debe, bajo ningún concepto, confundirse con ninguna otra cosa que no sea un intento desesperado y grotesco de terminar la noche satisfaciendo sus necesidades fisiológicas y dando rienda suelta a sus más bajos instintos.

lunes, 1 de octubre de 2007

Dialéctica aplicada

Emerjo de las profundidas del océano de apuntes, fotocopias y libros en el que estoy sumida hace casi una semana sólo para hacer una breve consideración de carácter analítico respecto a la naturaleza humana (soy harto propensa a desvariar pensando boludeces mientras estoy estudiando, no lo puedo evitar).
El tema es así: el mundo, tal como se nos presenta, tal como lo conocemos y tal como está configurado desde que es lo que es, funciona impulsado por el movimiento dialéctico que enfrenta a dos tipos de seres humanos.
DOS digo. Dos, sólo dos, y nada más que dos son las "formas de ser" de las personas, que se resumen en dos estereotipos: por un lado está "El ordenado" y, por otro, en el rincón opuesto, "El caótico".
Al primer grupo corresponde la gente aplicada, correcta, metódica y disciplinada. La gente que hace las cosas con tranquilidad y dedicación, que sabe administrar su tiempo, que desconoce el significado de palabras tales como "vagancia" y "cuelgue" y que jamás osaría correr el riesgo de tener que correr a último momento para solucionar algún imprevisto.
Al otro bando, se infiere facilmente, pertenece todo el resto de los mortales que, como yo, son lo que en términos vulgares podría definirse como "un quilombo": los que somos capaces de colgarnos tres semanas mirando Lost, desperdiciar el tiempo en las formas más viles y despreciar sin ningún pudor el significado de una "fecha de entrega". Somos los que un día nos damos cuenta de que 48 horas no alcanzan, de que "tendríamos que haber empezado antes", de que "como puede ser que sea tan idiota", y agobiados y al borde del surmenage juramos por todos los santos que "esto no lo hago nunca más". Los que preparamos exámenes en 3 días, trabajos prácticos en una noche y entregas en menos de 12 horas. Los que hacemos la dieta del repollo hindú porque tenemos un casorio en 4 días, los que empezamos el gimnasio en septiembre, los que pagamos todo en cuotas, los que vivimos saltando de largos períodos de paz a picos salvajes de stress. Somos, en resumidas cuentas, los que nos excusamos diciendo que "funcionamos mejor bajo presión".
Pero también somos, a veces, los que nos sacamos un 10 en un final. Y entonces nos creemos la síntesis más perfecta del universo. Y tenemos que luchar por no olvidarnos que, hace apenas unas horas, nos juramos que esta sería la última vez.

jueves, 27 de septiembre de 2007

Bloggeros del mundo...

27 de septiembre, Día Mundial de la Puñeta
"Si no te clavas una hoy, el día mundial de la puñeta, no mojas hasta fin de año"
El copyright es de Mechas

martes, 25 de septiembre de 2007

Premio Blog Solidario

Mi estimadísima amiga bloggera Rochies decidió, hace ya unos cuantos días, otorgarle a quien suscribe el galardón de "Blog solidario".
(En este punto estoy muy tentada de escribir un largo párrafo sobre las implicancias del término "solidario" y las casi IMposibles relaciones que pueda llegar a tener el mismo con este blog, pero gracias a la fervorosa twittera Mtorchiari me entero de que "solidario", en este caso, refiere simplemente a "una cierta conducta con respecto a la blogósfera", así que me ahorro la tarea de ahondar en el concepto.)
Quien suscribe agradece infinitamente dicho premio, pide disculpas por el retraso en la respuesta y se dispone a hacerse cargo de los deberes que conlleva dicha mención, a saber:

1-Quienes reciben este premio deben : Escribir un post mostrando el PREMIO, citar el nombre del blog que te lo concede y enlazarlo al post

2-Elegir 5 blogs que creas que se han destacado alguna vez, por ayudar, apoyar, y compartir. Poner sus nombres y los enlaces a ellos. (notificarles que han recibido su galardón).

Entonces, en forma arbitraria, caprichosa y absolutamente personal, elijo premiar a:

* Luchio, por Mi vida es un drama, porque es el blog que más y mejor actualiza, porque hace mis días menos dramáticos y porque ahora tengo nueva dirección de mail a sus expensas.

* Cebolla, por Diario de un empleado, porque es fiel commenteador de este espacio, porque escribe extremadamente bien y porque, como él dijo alguna vez, el suyo es un blog "demoledor de caretas y de escenografías baratas".

* Zanoni, por eBlog, porque no quiero ser menos que todos los que le entregaron el galardón, porque la radio del blog es muy buena y porque todas las semanas me facilita la lectura de los diarios con sus selecciones domingueras.

* Confuso, de Personalitá Confusa, porque es el mejor de todos los blogs que encontré en italiano, porque me declaro devota lectora y porque fantaseo con morirme y reencarnar con el 10% de su capacidad de analizar el mundo.

*Betty Carol, de Royal Jelly, porque desafía el mito de que los médicos (y estudiantes a) son todos obtusos, porque sus cuadros son impecables y porque tiene un blog muy lindo. (Y porque si no parece que leo sólo blogs masculinos, y no es así)

jueves, 20 de septiembre de 2007

Mejor solo...y punto

Dentro del amplio y nutrido universo de la "filosofía popular" abundan las frases hechas: las hay de todo tipo, forma y color, y siempre hay alguna que viene "como anillo al dedo" para lo que sea que uno esté diciendo.
Entre todas ellas hay una que siempre me llamó mucho la atención, más por implicancia que por significado, y es esa que dice "mejor solo que mal acompañado", que en la mayoría de los casos suele emplearse para referirse al estado amoroso del sujeto hablante.
Haciendo un análisis muy simple y superficial cabe señalar, en primer lugar, que desde el vamos ya se asume que hay no más que dos formas de ir por la vida: o bien uno está (o es. Yo digo que SOY, porque "nací así", y me creo Mae West) "solo", o se declara bien o mal "acompañado".
Y aca es donde me confundo: ¿qué cuernos quiere decir estar "acompañado"? A ver, según la siempre correcta Rae, el término "Compañía" se refiere, entre otras cosas, a "el acto de acompañar" o a "persona que acompaña a otra".
Es decir, "compañía" puede ser una persona, o varias, o un gato, o un perro, o un acompañante terapéutico, o un amigo copado, o una madre abnegada, o... tantísimas otras cosas, para el caso. Y hasta ahí estamos bien. Lo que me saca de las casillas, me revuelve el estómago y me deprime hasta las lágrimas es la gente que se refiere a su pareja de turno (de turno no-pago, quiero decir) como "compañía".
Me suena a matrimonio de viejos horribles, a reciencasados mediocres, a novietes aplastados, a divorciados en segundas parejas aburridas....me suena, en definitiva, a gente que no sabe, no quiere, no puede y ni siquiera intenta llevarse bien con su alma.
Gente que necesita que "la acompañen" a comer, al cine, a salir con amigos, al médico y a dónde sea. Gente que no es capaz de acompañarse a sí misma y que depende del críquet dudoso e inestable de la presencia ajena para sentirse completa y feliz.
Gente que -creo- se equivoca tristemente, porque en la vida lo que hacen falta no son acompañantes, sino Compañeros.
Y si de definiciones se trata, me quedo una y mil veces con la que la Rae le da a "compañerismo".
Así que en todo caso, "mejor sola". Total, para compañía, nadie mejor que mi gata Camila.

martes, 11 de septiembre de 2007

El verdadero costo del transporte NO público


El Cuidador me comentaba ofuscado un viaje en taxi que lo dejó perplejo, enfurecido con el gremio y con ganas de armar una gran fogata en la Plaza de Mayo en la que ardiesen miles de millones de cachos de autos amarillos y negros.
Claro. Para él es muy simple decirlo ya que, viviendo más allá de las –para mi, infranqueables- fronteras de la Capital, no sufre de ese vicio tan porteño que es el abuso constante e indiscriminado del viaje en taxi.
Personalmente, no tengo ningún pudor en decir que no sólo aborrezco con demencia el transporte público, sino que directamente lo evito por todos los medios posibles: o camino, y de paso me ahorro la culpa de no ir y la inversión estúpida en el gym; o estiro el bracito y me acomodo como una reina en el asiento trasero de cualquiera de los trillones de autitos que para mi inmensa felicidad abundan en la city (y es así como me gasto toda la plata tan concienzudamente ahorrada, pero bueno).
Los colectivos me marean, los subtes me deprimen y los trenes representan para mi un misterio tan grande que me da vértigo de sólo intentar descifrarlo, motivo por el cual, a este punto se cae de maduro, el taxi es no sólo la mejor, sino la única opción posible.
Por supuesto, en la vida nada es gratis, y en Buenos Aires los “tachos” cada vez están más y más lejos de serlo; sin embargo el mayor y más peligroso costo del transporte amarilloynegro es el riesgo social y mental al que todo pasajero se expone cada vez que decide encarar un trayecto a bordo del mismo: el riesgo que representa un solo individuo, el famoso y nunca bien ponderado Tachero.
Sin más, he aquí una selección de los 10 tipos de taxistas más comunes de estas pampas:

El que quería ser colectivero: Este animal con registro atiborra el auto con todo tipo de chirimbolo aterciopelado, se niega a prescindir del perro que sacude la cabeza y cuelga del espejo retrovisor cantidades groseras de rosarios plásticos. Para completar la barroca decoración del espantomóvil ubica fotos de su infesta lechingada en los rincones más insólitos del vehículo, sometiendo a los pasajeros a la desagradable tortura de tener que tolerar las miradas de niños horribles desde todos los ángulos, escuchar anécdotas familiares pedorras y tener que fingir interés en las mismas.

El pollo de Rockefeller: Un clásico de la fauna tacheril, esta bestia analfabeta gusta de recordar con nostalgia su pasado como próspero dueño de una fábrica de zapatos, brillante gerente de una empresa o hábil inversor en la bolsa de valores de Tokio. Jamás aclara cuáles fueron los motivos que lo llevaron a la ruina más extrema y vergonzosa, pero se esfuerza en aclarar que la culpa fue del gobierno, de un socio garca o de un empleado mogólico. Si fuese por él, estaría nadando en dólares como el Tío Rico o tomado margaritas con Yabrán en las Islas Caimán.

El que se cree Rolando Rivas: Este guanaco enajenado no maneja un taxi: gestiona una empresa de citas. Experto mirador de culos y emisor de bocinazos y guarangadas varias, ni bien sube una pasajera acomoda sin pudor el espejo retrovisor para tener una mejor perspectiva de las piernas o el escote de la misma. En franco plan de levante patético entona la voz cual galán de telenovela berreta y apela a los recursos más viles con tal de llevar a cabo su oscura misión: conseguir el número de teléfono de la pobre mujer.

El tanguero melancólico: El tanguero maneja a dos por hora una catramina destartalada e insegura que huele a viejo. Nunca tiene menos de 75 años y porta cara de depresión crónica, congruente con los acordes tristísimos que emanan con una calidad de sonido espantosa del pasacasettes rotoso de su infernal vehículo. Lo único bueno de este dinosaurio es que raramente busca establecer diálogo, tan ensimismado está en sus lastimosos pensamientos.

El de que “con los milicos estábamos mejor”: Huelga decir que el dial de este energúmeno fascistoide está clavado inamoviblemente en Radio 10 y que su actividad favorita es despotricar contra todo y contra todos. Opinólogo enardecido como pocos, no deja títere con cabeza a la hora de tirar mierda y taladrarle el cerebro al despistado pasajero, que no se percató de la bandera nacional que flamea con orgullo en la ventana derecha del vehículo. Retrucar es inútil y desgastante: al de los milicos, como a los locos, siempre hay que darle la razón.

El indeciso preguntón: La mayoría de la gente se toma un taxi confiada en que el chofer sabrá llevarla a destino con rapidez y pericia, en vistas a que precisamente en eso consiste su trabajo. El indeciso en cambio atormenta al pasajero con preguntas insufribles del tipo “¿por Córdoba o por el bajo?”; “¿Por el túnel o por el puente?”, “¿Es mano o contramano?”. Si uno simplifica contestando “por el camino más rápido” o “por donde le parezca” se verá expuesto a un interminable discurso sobre el tráfico porteño, lo mal que manejan las mujeres o lo desconsiderados que son los colectiveros.

El meteorólogo profesional: Este imbécil certificado le da un significado nuevo y personalizado al concepto de “charla sobre el clima”. No le alcanza con comentar el frío, la humedad o la nieve del 9 de Julio, no señor. El tipo es capaz de mantener un monólogo largo como viaje a Ezeiza ida y vuelta sobre las inclemencias meteorológicas, la corriente del niño o la tormenta de Santa Rosa. Extiende pronósticos para los próximos 15 fines de semana y agobia al pasaje con insólitas teorías sobre el cambio climático y las probabilidades de que caiga granizo en capital y le abolle otra vez el auto.

El futbolero empedernido: A esta calaña de ser humano le resulta completamente indiferente que en el asiento de atrás viajen un hincha de Boca o de River, un par de abuelitas sordas o un turista japonés. Él tiene que hablar de fútbol a toda costa, comentar los resultados de los partidos del domingo y echarle la culpa de todo al árbitro o al DT. Su momento más glorioso es el Mundial, época en la cual aprovecha para sintonizar a un volumen desquiciado los encuentros más intrascendentes y vociferar a los gritos pelados su indignación por cualquier cosa.

El de la juventud perdida: A simple vista es casi imposible calcular con exactitud la edad de este pelilargo inmundo, pero a juzgar por su aspecto de rockero devaluado y sus delirios de eterno adolescente cualquiera diría que se encuentra en la cresta de la ola de la crisis de los 30. No escucha otra cosa que no sea la Rock & Pop y, sobretodo si el pasajero es joven, se sale de la vaina por hacerse el canchero y el piola.
Las variaciones de esta escuela incluyen a la versión “hits latinos”, cuyo sueño es terminar convirtiéndose en el protagonista de una canción de Arjona. Si el pasajero es de sexo femenino, aparte, hay grandes posibilidades de que en mitad del viaje mute e intente la gran “Rolando Rivas”.

El filósofo que maneja: El taxi no es para éste delirante un vehículo de transporte sino uno de sabiduría milenaria. Sufre de un trastorno esquizoide que lo lleva a creerse psicólogo, astrólogo, filósofo y Dalai Lama al mismo tiempo, y tortura sin tregua a los indefensos pasajeros, que tienen que someterse a escuchar sus valiosos consejos y directivas de vida como si de verdades reveladas se tratasen. Siempre aprovecha para mechar anécdotas sobre su vida exitosa y su envidiable paz mental, y no para hasta que uno le cuente alguna historia escabrosa o deprimente, todo con el fin de inflarse el pecho y “tirar la posta”.

sábado, 1 de septiembre de 2007

Cambio de temporada

Este post se iba a llamar "Michael Jackson Syndrome", e iba a venir a cuento de que a partir del día de la fecha el blog iba a ser blanco. Pero lo cambié y me pareció un espanto, así que lo dejo como está, mientras sigo esperando que mi amigo Lu (ymirácomotemandoalfrentedepasocañazo), eximio diseñador contemporáneo (?) se digne a hacerme un template fantástico, de esos que derrochan buen gusto, originalidad, glamour, y todas esas cosas.
Hasta que eso pase, seguiremos manejándonos con la fórmula fondo negro-letras blancas. Pero les juro que se vienen grandes cambios en el SM (?). Posta.

P.D. Sepan uds. disculpar, pero es que mi estado de ánimo es netamente estacional: el invierno me deprime y me dan ganas de morirme y reencarnar en un oso polar, en tanto que la primavera me da como un nosequé de querer cambiar todo a la mierda.

viernes, 24 de agosto de 2007

De hombres y madres

Creo que ya alguna vez me encargué de aclarar que no soy ni feminista ni machista: no hay nada que me parezca más soporífero que las clásicas discusiones "hombre-mujer", me alteran los nervios los típicos lugares comunes de cada género y cada vez que escucho un chiste o un comentario sexista me dan ganas de pegarle en la cabeza al emisor/a con un garrote de cemento.
El machismo es tan bobo como el feminismo necio, y es hora de terminar de una vez con esa fantochada estúpida de la "igualdad de sexos", cuando se cae de maduro no sólo que somos distintos, sino que está muy bien que lo seamos ya que lo que enriquece es justamente la diferencia, y no la uniformidad.
Hechas todas estas consideraciones, sin embargo, hay cosas que me resultan de lo más irritantes y que lamentablemente son ciertas. En este caso, esa queja muy difundida entre las mujeres que indica que los hombres no quieren novias, ni mujeres, ni amantes: ellos buscan una madre. Y es cierto.
Pero no, la culpa no es de ellos, sino de las madres en cuestión, encargadas de criar pichones inútiles que, desprovistos de sus facultades mentales, buscarán a lo largo de su vida alguna boluda apta para llevar a cabo todas las tareas bobas cuya ejecución ellos, pobres, ignoran por completo.
En mi casa, por ejemplo, las cosas funcionan de la siguiente manera: yo, hermana mayor, festejo abriles en "años hija mujer", que son algo así como los "años perro". Es decir, para la edad de 5 años, ya tenía 10; a los 15, 20; a los 20, 25... y así sucesivamente. Mi hermano, por su parte, transcurre panchamente su vida en "años tortuga": un mes atrás cumplió 18, pero mi madre insiste en tratarlo como si tuviese 12.
Hace una semana que mi progenitora me atormenta por mail y por teléfono para preguntarme todo tipo de sandeces y pedirme que la asista en las tareas más intrascendentes del planeta, todo porque el niño parte mañana al mítico Bariloche, en plan de viaje de egresados de 5to año. Cualquiera pensaría que la que viaja es mi madre, a juzgar por el nivel de stress y premura de los preparativos pre-viaje que la mantuvieron en vilo toda la semana, mientras que el borrego se pasó los días calculando la cantidad de hectolitros de cerveza que su hígado es capaz de tolerar, chamullando compañeritas vía msn y llenando el iPod de música de todo tipo para la ocasión.
Hace recién 15 minutos, y a menos de 12 horas del bendito viaje, mi madre me llama para pedirle que LE preste (a ella) un bolso, ya que mi hermano le prestó el suyo no se acuerda a quién, y no ha vuelto a verlo desde ese entonces. En primer lugar, me negué rotundamente, ya que no tengo "bolsos" sino valijas, y en todo caso mi mochila de mochilera que de ninguna manera cederé para que me vuelva pintarrajeada con frases tipo "que no se corte" escritas con errores de ortografía y en liquid paper. Acto seguido, después de tolerar puteadas varias por parte de mi madre, pasé a llamarlo a mi hermano, para preguntarle por qué no se tomaba él, al menos,el trabajo de llamarme.
Con una naturalidad pasmosa, me contesta: "¿Para? Si total lo hace mamá..."
Ya mismo estoy apostando todo mi patrimonio a la clase de mujer que voy a terminar teniendo de cuñada. Pobre.

lunes, 13 de agosto de 2007

Parientes Célebres (o Respondiendo a un meme).

Cuando empecé con esta historia del blog lo hice en gran parte envalentonada por esa cuestión de "complejo de superhéroe virtual", que permite desarrollar una cuasi vida paralela en el cyberespacio sin dar nunca a conocer la verdadera identidad de quien firma.
Con el correr de los meses y el uso cada vez más frecuente y abusivo de Msn, Skype, Gtalk y ahora Twitter, se fue incrementando cada vez más la gente que sabe quién soy, a la par que fue creciendo el número de amigos y conocidos que saben que Penélope soy yo y yo soy Penélope, con lo cual mi alter ego virtual y mi yo real coincidimos cada vez más en la misma persona, y yo no me muero más de la verguenza cada vez que alguien lee lo que escribo.
Bien. Toda esta perorata introductoria viene a cuento de que estoy por contestar un meme muy interesante que inició Matias Maciel, para el cual inevitablemente me toca revelar mi apellido de verdad, cosa que un par de meses atrás no hubiese hecho ni de casualidad, pero bueno, ahí vamos.
El meme en cuestión requiere de una mínima investigación, ya que propone hablar de los antepasados de uno y encontrar, entre ellos, a los más célebres. Los mios son todos italianos de pura cepa y, como todo el mundo sabe, en Italia la famiglia es sagrada: sé que muchos de mis parientes se dedicaron a indagar el tema de los orígenes antes que yo, pero por algún motivo a mí nunca me llamó demasiado la atención. Hasta ahora.
El apellido de mi papá, Cuneo (léase cÚneo), remite inevitablemente a un cierto abogaducho de la era menemcrática a quien me niego a incluír en la lista de parientes notables, pero sobre el cual al día de la fecha me toca todavía escuchar chistes bobos de gente carente de originalidad alguna a la que me divierte contestarle "Sí, es mi tío", sólo para verles las caras de vaca tonta que me ponen.
Ahora bien, esquivando al homónimo infame, Cuneo fue también un pintor uruguayo de fines del siglo XIX y es, además, una muy bonita provincia del Piemonte italiano.
Curiosamente, de esa ciudad montañosa proviene el apellido de mi madre, y todavía hoy los Tallone, que hasta tienen su propio escudo (pero no logro encontrarlo por ningún lado), se reúnen cada año, 40 días antes de la pascua, en la ciudad de Cuneo, a celebrar a la familia y mantener el contacto con los parientes lejanos.
Cuando me enteré de este cuento quedé fascinada con la casualidad, y muy a pesar de mi papá, fanático de la historia de sus orígenes, siempre me llamó más la atención el costado materno que la rama paterna (aunque parece que tengo un bisabuelo mafioso de Sicilia y todo, no se crean).
Resulta que entre mis "parientes" hay uno que me resulta particularmente atractivo, que es un tal Cesare Tallone. Cesare fue un pintor obviamente italiano, que existió a caballo entre los siglos XIX y XX, que vivió en Milano (lugar de residencia de mi familia) y se formó en la alucinante Accademia di Brera y que con un estilo propio de lo más particular para la época ejerció gran influencia nada menos que en Carlo Carrá, uno de losmentores del Futurismo.
Al parecer el tío Cesare era un personaje un tanto inquieto, que transitò alegremente por el mundillo artístico italiano codeándose con individuos más o menos célebres de todas las disciplinas, entre ellos el escritor-poeta-dramaturgo-periodista decadentista por excelencia Gabriele D´Annunzio, de cuya obra me considero discreta seguidora.
El Tallone pintor dejó una huella artística que parece haber marcado fuerte a sus herederos, entre los cuales se cuentan poetas, pintores, músicos y, mi favorito, un tipógrafo fanático de los libros llamado Alberto.
Como todo buen italiano del siglo pasado, Alberto trabajó duro y "desde abajo" para darle a su pasión literaria la forma de una empresa -ingeniosamente llamada Alberto Tallone Editore- que prevalece hasta nuestros días y cuenta con un merecido prestigio en el ámbito editorial europeo.
Todo esto lo descubrí ahora, buceando en Google, pero en honor a la verdad lo sabía desde mucho antes. En la casa de mis abuelos abundan los libros de "Edizioni Tallone", y aunque mi abuelo materno ya no pueda despejarme las dudas, estoy convencida de haber descubierto de dónde diablos me viene esta pasión -insólita respecto a papá ingeniero y mamá economista- por las letras, los libros y por el oficio que elegí en su momento sin saber muy bien por qué...ahora a fin de año, cuando me reciba de "Editora", voy a sentir que de alguna manera remota e improbable estoy siguiendo un camino de herencia casi histórica. O al menos me divierte creerlo así, y al fin de cuentas para eso están las historias como ésta.
Y todo gracias a un meme. Alucino. Ahora viene la parte difícil en la que me toca elegir un par de amigos bloggers para que lo sigan...apelo a la buena voluntad de tres, a ver qué pasa: Celi, Fanshawe y el Islero. A ver qué encuentran ellos, si es que se toman el trabajo...

martes, 7 de agosto de 2007

Los límites de la fama

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La gente normal, común y silvestre, llega a un punto de su vida en el que decide a qué va a dedicarse, atraviesa una crisis más o menos profunda y eventualmente, apremiado por la inevitable necesidad de convertirse en un ser humano productivo, se deja de boludear y se pone a trabajar.
Están los que la pegan, los que se conforman, los que dudan y los que se arrepienten. Por supuesto, también están los que fracasan groseramente, los mediocres y los que le harían un favor a la sociedad haciéndose mantener por un plan trabajar.
Al margen de todas estas generalidades ha nacido una casta infesta de gentuza soberbia, que se refiere a sí misma con el título de “artista”. El “artista” no es el cantante, ni el pintor, ni el cineasta. Es el que se cree que puede hacer TODO eso y más también, y para colmo, está convencido de que puedo hacerlo realmente bien y hasta pretende reconocimiento, fama y fortuna por eso.
El “artista” es, en pocas palabras, el chorro absoluto, ese que tal vez un día, nadie entiende muy bien por qué, hizo alguna boludez atroz pero “artística”, a partir de la cual el muy tarado se siente autorizado a incursionar en otras ramas creativas, convencido de que su “Yo interior” y su genio absoluto son un comodín que puede aplicar impunemente a cualquier cosa que se cruce por su diminuto cerebro, todo y solamente por ser reconocido bajo el titulo de “Famoso”.
En un mundo sensato y coherente existiría un tribunal especialmente dedicado a “Los Famosos” y sus delirios. Existiría un jurado encargado de analizar los proyectos demenciales de este batallón de parásitos, evaluar el potencial impacto de los mismos en la sociedad y, finalmente, dictar condenas acordes al nivel de daño que éstos tendrían para el resto de los mortales.
Para poner un ejemplo tangible, en Argentina la fama sería como un locker -o casillero- de supermercado. Cada casillero es una rama del arte, deporte, o medio que le pueda proporcionar a alguien ser “Famoso” y cada uno tiene su llave correspondiente. Pero necios y ambiciosos, los “Famosos” no se conforman con dejar sus bolsas en un casillero sino que quieren tener las llaves de todos. Empezar a abrir como locos todos los lockers y colocar un poquito de su bolsa en cada casillero. Bueno, ¡se acabo! La fama no es la llave universal; la fama debería ser el reconocimiento popular por una desmedida virtud en una determinada tarea. Una merecida distinción del resto de las personas. Por ende, Fito Páez no debería jamás dirigir películas, ya que hay gente que lo hace mucho mejor. Celeste Cid nunca podría escribir un libro, Leticia Bredice no debería hacer música, y Facundo Arana no debería cantar –gritar- como un elefante apareándose.
¿Acaso no es un desencadenante de locura un grupo de personas gritando como poseídos “circo beat, circo beat”?. ¿O “cambio gajo por infusión”?.
El tribunal en cuestión estaría formado por gente extremadamente capacitada en lo que al arte se refiere. El mismo deberá poder disponer de los mismos poderes que cuentan los jueces a la hora de sentenciar condenas, de manera que el peso de la ley haga a los menos habilidosos – mediante el rigor- abandonar de inmediato sus insípidas anhelaciones de fama.
De esta manera, además de contribuir al bienestar de los habitantes del país, los mismos artistas se ahorrarían una cantidad invaluable de tiempo, dedicándose desde el primer momento de su vida adulta a la única actividad que su única neurona los habilita. Así, por ejemplo, nunca hubiésemos tenido que tolerar años tortuosos de Fabián Gianola pretendiendo ser actor, cuando todo el mundo sabe que no debería haber hecho otra cosa que vender y aspirar jabón en polvo desde su primer año de vida.
En un más que humilde intento de empezar a simplificar el tema, he aquí una lista de los diez primeros juzgados, con sus respectivas condenas:

Celeste Cid: (la eterna adolescente) Independientemente de que tener una fisonomía eternamente detenida en la edad de 15 años y haber concebido un hijo con una pseudopersona del mundillo musical sean méritos más que dudosos, lo verdaderamente irritante es que alguien en el mundo haya accedido a publicarle a esta oligofrénica un libro con un nombre ridículo, que para colmo se vende a precios exorbitantes en librerías extranjeras. No señor. Muy atinadamente, el tribunal hubiese fallado en contra de ese desperdicio editorial, y la condenaría a pasar la eternidad trabajando de maestra jardinera, recortando figuritas con tijera de punta redonda y armando collages, ya que tanto le gustan.

Fito Paéz: Este esperpento desgarbado y espantoso debería, en primer lugar, haber sido recluido en un zoológico desde su más tierna infancia. Su clara semejanza a una cruza entre un Yorkshire Terrier y una jirafa demuestran que no es humano. Se caracteriza por componer canciones de manera enferma, pegando como un rompecabezas cualquier palabra que rime con la anterior. Por ejemplo: “circo beat todo el mundo juega aquí en el circo beat ...”. Como no posee talento o coraje para componer algo con contenido disfruta de putear en sus canciones sin sentido alguno: “la puta madre que los re mil parió, ¿por qué nos cuesta tanto el amor?”.
No contento con esto, se decidió a dirigir películas, creando uno de los peores fracasos del cine Argentino.
La condena para este personaje que disfruta tanto de lo “limado”, seria limarle, a su gusto, las cuerdas vocales con un rallador de nuez moscada hasta que quede incapacitado de volver a decir una palabra.

Dolores Fonzi: (la enana cineasta) Ninguna persona con un parecido físico tan abrumadoramente cercano al de un hobbit debería estar habilitada a hacer absolutamente nada que involucre un mínimo contacto con el resto de los mortales. Si tu altura no supera el metro veinte y tu cintura brilla por su ausencia, no deberías ser modelo. Si tus capacidades interpretativas rozan la vergüenza ajena, deberías abandonar el delirio de ser actriz. Si tu inteligencia es equivalente a la de un loro borracho, nunca deberías aspirar a dirigir ni una película, ni un corto, ni siquiera un video con tu celular. En este caso, sin embargo, la condena va para los padres, por haber generado no uno sino dos seres insufribles e inútiles.

El Ruso Verea: Este ogro símil Shrek atenta y roba en todos los lugares adonde se brinde. Quiere ser metalero, reportero, periodista deportivo, Punk, Vendedor de Cds, Director Técnico, Escritor, Jugador de Fútbol, Relator, Columnista, actor, músico. Y ahora Blogger.
Se desvive por que la gente lo considere un tipo reacio y ermitaño que aparece en los momentos críticos para sacar a la luz la verdad. Más bien es el jorobado de Notredame, que fue arquero de Talleres de Remedio de Escalada y que para cualquier cosa que esté alejada de eso tiene menos profundidad que una pelopincho. La sociedad pide a gritos su exilio a la isla de Lost.
Su condena es la más trágica, dura y penosa de todas.
Se lo condena a ser eternamente “El Ruso Verea”, no se le puede dar más rigor que el que le dio la vida.

Deborah del Corral: Esta jirafa chueca de dientes torcidos con complejo de Joey Ramone empezó su demencial carrera en la fama como modelo noventosa, y allí debería haberse quedado. Pero no. Algún productor drogadicto la convenció de hacer un programa de televisión, ella sola se cargó a 2 de 3 Soda Stéreo y ahora, bajo la influencia de vaya uno a saber cuántas y cuáles drogas alucinógenas se dedica a lo que, según ella, es su gran amor: la música. Un orangután manco blandiendo sus grotescos muñones sobre un tambor tiene sin lugar a dudas más sentido musical, pero Deborah insiste.
Por necia, el tribunal le impondría como castigo pasar el resto de sus días encerrada en una habitación de 1mt cuadrado aturdiéndose mutuamente con otros imbéciles de su misma estirpe, como Leticia Bredice y Matías Camisani.

Sergio Goycoechea: ¿Hace falta decir algo? Durante y después de su carrera como futbolista vendió cuanto producto se fabricara para el uso humano. Finalmente, luego de fracasar como cara de campaña de cualquier empresa, decidió desembarcar en la conducción del programa que se le ofreciese. Un buen ciudadano tuvo la buena idea de mandarlo a viajar por el mundo, lejos de la población Argentina, dándonos la oportunidad de esquivar su inexorable estupidez e insufrible “buena onda”.
Su condena será ser atado a una butaca de cine, como en la naranja mecánica y ver una y otra vez los cinco goles que le metió Colombia.

Natalia Oreiro: Recién llegada de tierra Uruguaya, desde donde escapó al destino de cultivadora de tomates perita que naturalmente le correspondía, esta guaranga con cara de melba parecía casi inofensiva. Sin embargo, con el correr del tiempo y gracias a la tan mentada generosidad argentina, la muy tilinga fue escalando posiciones y saltando de rubro como una langosta esquizofrénica: fue extra intrascendente; novia de macaco mediático; actriz mediocre; cantante patética y, la mejor, fracasadísima “estrella de circo”. Por ahora se limita a ser mujer de músico (cosa que tampoco se entiende), pero nunca se sabe con qué puede llegar a salir en un futuro próximo.
El castigo impuesto a esta expatriada insufrible es mandarla con una estampilla en el orto a hacer trabajos forzados como picapedrera en Yugoslavia, país en el que por otra parte cosechó una fama inexplicable en sus “mejores” momentos.

Boy Olmi: Desprovisto totalmente de sus facultades mentales, este actor se aparece, como el mito de los pitufos, en cualquier programa para despacharse con cuanta locura se le ocurra. Si bien no es un personaje odioso, cada vez que muestra un poco de lucidez es invitado a algún programa en el cual el conductor tiene que manipularlo como un barrilete para que conserve su momentánea salud mental. Sus versos líricos muestran el fiel reflejo de su locura galopante, pero aun así insiste en vivir de su fama vendiendo lo que sea.
Su condena es un tanto confusa, como la de Seinfeld, ya que no se sabe que lo alteraría. Sin embargo hemos decidido dejarlo en libertad, solo con la condición de que tenga un programa de diálogos para él solito adonde todos podamos mofarnos de sus delirios.

Juan Cruz Bordeau: Este descerebrado insoportable se ubica, junto a “grandes estrellas faranduleras” locales como Sofía Gala y Juanita Repetto, en la triste categoría de “hijo de artista”; una calaña de personajes odiosos e inútiles que el pueblo argentino no tiene por qué seguir tolerando. Comparten la particular característica de carecer de talento alguno y ser unas lacras sociales por donde se las mire, y de no ser porque cuentan con el dudoso aval de la portación de apellido, deberían dedicarse a servir hamburguesas de gusano en un Mc Donald´s infesto del conurbano bonaerense.
La condena para estos herederos infames es la más fácil: hay que lobotomizarlos y atarlos con una correa a la cintura de sus padres, para que quede bien en claro que de no ser por ellos jamás llegarían a ningún lado.

Beto Casella: Nadie sabe de dónde salió ni cómo llegó a la fama este personaje. Si de chorros se trata, el tarado se lleva todos los premios. Primero intentó hacerse pasar por un gran creador robándole dos textos Hernan Casciari. Ahora, sin embargo, lleva adelante un afano todavía más lastimoso: su ciclo de televisión llamado “Bendita Tv”. A veces miro ese programa para experimentar lo que es la vergüenza ajena, y mientras lo miro me tapo la cara con el codo como si todos me estuvieran observando. Es tan claro y tan obvio que intentan copiar a “Duro de Domar” que no se entiende cómo todavía no entró la policía Canal 9 para llevárselos a todos presos en vivo.
La única diferencia que hay entre este carbónico berreta y el original es que en “Bendita Tv” absolutamente todo es paupérrimo. El Beto Casella es una ametralladora de chistes malos, y para colmo está acompañado por un racimo de pelotudos que gozan y disfrutan de formar parte de este ciclo de robo. Es más que evidente que, de hacerse un país, más del 90% de las personas estarán de acuerdo con eliminar a este aborto de persona de la faz de la tierra.
Su condena no es otra que el apedramiento popular por tiempo indefinido, atado al obelisco y sin posibilidad de defenderse.

martes, 31 de julio de 2007

Con la frente marchita

Para cuando dejamos de vernos yo ya no quería saber nada y lo evitaba con rosarios interminables de excusas irreales. Él, por su parte, insistía con la constancia de quien sabe que tiene razón. Llamaba alternadamente a casa y al celular, y durante casi un mes no hubo prácticamente un solo día que pasase sin que él, de alguna forma, me recordase que no estaba cumpliendo con mi parte del trato.
Un buen día, harto de mis evasivas y frustrado por mis caprichos, simplemente desapareció de mi vida. "Que suerte", pensé yo, ingenua.
Ahora entiendo que él siempre supo que todo era cuestión de tiempo, y que al cabo de un período relativamente corto sería yo la que volviese desesperada a pedirle una segunda oportunidad.
Pero no, no me lo hizo nada fácil. Cambió el número de teléfono, se mudó de departamento y hasta dejó de usar esa casilla a la que nunca me hizo falta mandarle un mail. No contaba, o tal vez sí, con mi astucia. Lo busqué, lo encontré y lo llamé.
Hoy, cuando volvimos a vernos después de un año, no supe si saltar de alegría, abrazarlo o ponerme a llorar. Me limité a decirle "Buenas noches, tanto tiempo", a sentarme y a hablar por media hora ininterrumpida como una cocainómana borracha.
Él, con su calma acostumbrada, me escuchó, me miró, mi midió y se guardó todos los reproches, porque sabe que no los soporto. En cambio, me obligó a hacerle una promesa: "Quiero que te comprometas a seguir con esto hasta fin de año". Y agregó "aparte, me gustaría que nos veamos tres veces por semana".
Y así fue que volví al psicólogo, nomás.

domingo, 29 de julio de 2007

De mi falta de personalidad

Basta, me harté de ver que todo el mundo tiene esa porquería de Twitter instalada en el blog y me lo puse yo también. Si no tienen nada mejor que hacer, sírvanse leer las boludeces que hago aquí a la derecha y copensen uds. también con la nueva pelotudez virtual. Mi usuario es PenelopeG. Alguna tan boluda como yo se me adelantó al nick, odio cuando pasa eso.

domingo, 22 de julio de 2007

Y entonces todo estuvo claro

¿Vieron eso del vaso medio lleno y el vaso medio vacío? Bueno, a veces me pasa que ni en pedo llego a ver el vaso, para que se den una idea.
Hay momentos de la vida en los que todo, absolutamente todo, parece ponerse de acuerdo para irse a la mismísima mierda, y uno se queda como un idiota mirando como su vida se desmorona al compás del más sincronizado y vertiginoso efecto dominó.
Frente a esto, la gente suele elegir uno entre tres caminos posibles: está el malabarista chino, que corre frenéticamente y sin respiro tratando de sostener en el aire una infinita cantidad de frágiles platos de porcelana; está el "manotazo de ahogado", que se aferra cual koala a la primera rama que encuentre más o menos estable en las cercanías y desde allí intenta reflotar el resto; y está el necio retorcido, que de alguna oscura forma disfruta del estruendo de todas y cada una de las certezas que se estrellan contra el pavimento, y que pacientemente espera el crash de la última para pararse descalzo y con confianza sobre los vidrios rotos y empezar, otra vez, una más, a armar el rompecabezas.
Desconozco cuál sea la mejor opción en términos de salud mental, pero se a ciencia cierta que me ubico entre los últimos. Que aunque cada vez que me pase jure que va a ser la última, no puedo evitar dejarme llevar por el caótico desenlace de eventos que, aunque preveo a la distancia y con precisión milimétrica, soy incapaz de evitar.
Por suerte, con el correr de los años (y los analistas, y las drogas recetadas, y los esfuerzos bien logrados) hay determinadas cosas que resisten el derrumbe. Creo que de no ser por ellas, hace rato que hubiese naufragado en la psicosis. Y sin embargo en algún lugar persiste el gusto por el desastre, el encanto del ahogo, la retorcida curiosidad que se ampara en eso de que "el caos es un orden por descifrar".
Y justo hoy, que estaba pensando esta infinita catarata de boludeces, me toca a mi, que no hay nada de lo que me ría con más ganas que del horóscopo, encontrarme sin aviso con una frase de lo más perturbadora: "la gente asocia la balanza de libra con el equilibrio, pero en realidad no es que lo tengan, sino que se pasan la vida oscilando entre los extremos tratando con desesperación de encontrar el punto medio". Que lo parió. Estoy condenada.

miércoles, 11 de julio de 2007

De fútbol y mujeres

Desde que estoy enclaustrada estudiando (o haciendo que estudio), sufro de un retraso importante en cuanto a información. Leo sólo los mails relacionados con la facultad, me conecto al msn exclusivamente para hablar con mi novio y todo lo que sea ver la tele, leer el diario o boludear paseando por blogs (incluyendo el mío) está muy por afuera de los lujos que puedo permitirme a días de los finales. En pocas palabras, no me entero de nada.
Ahora, hay algo que me enloquece: no entiendo qué clase de demonio tiene poseídas a mis amigas, que no paran de mandar mails con subject: "Nos juntamos a ver el partido en x lado".
Mi primera reacción obviamente fue chequear el calendario para asegurarme que no, todavía no pasaron 4 años del último Mundial, evento que como todo el mundo sabe, y por motivos que al menos para mí permanecen ignotos, convoca infinitos grupos de mujeres -que normalmente desprecian el fútbol- frente a la pantalla, con excusas tan diversas y pelotudas como que mirar el partido de Argentina es una cuestión "patriótica".
Estoy más que acostumbrada a esas cosas, y con el tiempo hasta me resigné a que en mi caso no sólo sean los hombres a mi alrededor los que se taren con los encuentros más ridículos, sino también mis amigas de toda la vida, con las cuales es imposible mantener una conversación coherente a lo largo de todo el mes mundialista. OK, hasta ahí estamos. Ahora, ¿la Copa América? ¿Me están cargando?
Lo mío no es ni machismo, ni feminismo, ni un carajo; es un tema puramente pragmático y terminante: el fútbol es para los hombres y punto. Las mujeres futboleras tiene ese nosequé que no me termina de cerrar, esa molesta sensación de que algo está fuera de lugar, de que no pega, de que no corresponde. Es como que un hombre se autodefina como un "chico cosmo": ridículo.
La pasión masculina por el fútbol, por el contrario, no solo no me molesta en lo más mínimo, sino que me gusta y hasta me divierte. Me parece alucinante ver con cuánto esfuerzo y energía siguen a su equipo, cuánto y cómo puede variar su estado de animo en relación al resultado de un partido y muero de amor con las locuras que son capaces de hacer con tal de ir a la cancha. Es más, sinceramente admiro el respeto sagrado por el fútbol con amigos y la devoción ciega por la PlayStation, y hasta envidio profundamente el simple hecho de que siempre tengan algo para hacer los domingos o los feriados lluviosos. Las mujeres no tenemos nada que se le parezca, y hasta carecemos de esas instancias sociabilizadoras que los hombres encuentran en el popular deporte. Quiero decir, si un pibe entra a trabajar a un lugar nuevo, a la semana estará incluído en el fútbol de los jueves y a los 10 días estará haciendo chistes con sus nuevos amigotes. Las mujeres, en cambio, si es que alguna vez logran superar la envidia y competitividad de sus congéneres, con muchísima suerte irán algún día a tomarse un café con "una compañera", y si las dos son lo suficientemente hipócritas, hasta podrían ir a ver zapatos juntas. Está claro que no es lo mismo, ni se acerca remotamente.
Al terminar el secundario, los ex compañeros siguen juntándose puntualmente y sin excusas una vez por semana en una cancha, mientras que las mujeres posponen sus encuentros según lo indiquen los amores de turno, los exámenes o los compromisos laborales, temas sobre los cuales, por otra parte, se dedicarán a despotricar una vez reunidas en aquelarre, siempre frente a una mesa atiborrada de comida y bebida, hablando a los gritos, fumando como camioneros y consumiendo hectolitros de café. Numerosos ataques al hígado me han hecho concluír que en mi próxima vida quiero ser hombre, y en todo caso atrangantarme con asado y cerveza después de haber corrido como un poseído al menos una horita. En esta, mientras, me conformo con lo que me toca y me niego fervorosamente a trascender las barreras que la naturaleza de mi género me impone.
Lo irónico de todo esto es que yo, que estoy muy a favor de los chicos futboleros, tengo una puntería increíble en el amor para dar con ese ínfimo porcentaje de hombres a los que, sin ser gays, el fútbol les importa un carajo. Evidentemente, la vida es una cuestión de equilibrio: que alguien me avise cuando termina esa mierda de copa a ver cuándo recuperan la cordura mis amigas, que quiero ir de chopping.

jueves, 28 de junio de 2007

Coeficiente de Sentido Común

Uno de los sintomas más claros de mi autodiagnosticada Fobia Social es mi incapacidad absoluta de caminar media cuadra sin la compañía del iPod a todo volumen. Esta costumbre, que ya es vicio, me ha hecho perder la noción del mundo que me rodea a tal punto que ya ni atino a desencajarme los auriculares de los tímpanos ni siquiera en un taxi, y mucho menos en un ascensor. Sin embargo todavía me quedan ciertos modales, motivo por el cual a veces tengo la delicadeza de bajar los decibeles y prestar una mínima atención a lo que sea que esté pasando a mi alrededor.
Y entonces, mientras viajo hasta el piso 10000 de un edificio oficinístico, el ascensor para en el 2do piso, se sube una señora ofuscadísima y visiblemente apurada y me regala una frase como ésta:
"Yo no entiendo, realmente, a quién se le ocurrieron los ascensores. Tendría que haber uno para subir y otro para bajar. Que barbaridad".
Sí, señora, "que barbaridad" que ud. ande por la vida aplicando esa lógica a la cotidianeidad. No quiero ni imaginarme los razonamientos que pueden surgir de la cabeza de esta persona, y tiemblo de solo pensar en las atrocidades que pondría en acto de tener el poder para hacerlo.
Ahora bien. El episodio del ascensor me llevó a reflexionar sobre una cuestión cabal para la humanidad, a la que sin embargo parece restársele importancia, que es la grosera diferencia que existe entre inteligencia y sensatez.
En un mundo ideal, todos los seres humanos estarían dotados con iguales proporciones de ambas, o a lo sumo una prevalecería levemente sobre la otra. En este, en cambio, abundan los casos en los que inteligencia y/o sentido común tienden a brillar por su ausencia, con todos los peligros que ellos acarrea para el resto de los mortales.
Es menester que alguien haga algo al respecto, eso está clarísimo. Lo que no se entiende es por qué corno, habiendo tantas prestigiosas Universidades abocadas a la noble tarea de investigar cuestiones que no le importan absolutamente a nadie, todavía no haya surgido el proyecto de elaborar el test para definir el "Coeficiente de Sentido Común" (CSQ, por sus iniciales en inglés), cuyo funcionamiento sería exactamente igual al del famoso IQ y sus beneficios, infinitos. Paralelamente, sería por demás útil establecer un sistema de avisos, a fin de evitar chascos: para una escala del 1 al 100, a aquellos que no lleguen a los 20 puntos se les colgará un cencerro fosforescente; a los que se encuentren entre 20 y 40, un cascabel, y a los demás un sonajero. El que supere los 100 puntos será galardonado con un tercer ojo, gracias al cual estará habilitado para tomar decisiones importantes, opinar de todo aquello que se le venga en gana y disponer del destino de sus congéneres menos afortunados. Todo sea por el bien común.

viernes, 22 de junio de 2007

Las drogas y sus diez engendros





Hace unos días leí en un diario que el gobierno nacional desarrollo una campaña para el desarme de los ciudadanos, todo con el fin de poder obtener la mayor cantidad de armas ilegales. La locura es cotidiana en Argentina, pero esta vez se propasaron, ahora le hacen de tranza a los chorros y les compran las armas ilegales en vez de arrestarlos por tenerlas.
Pero esto no es el asunto. El tema que me interesa contar es que hace unos días volvió un amigo de Holanda, y me contó que allá a los drogadictos el estado les provee drogas a cambio de trabajo social: Si, así como lo leyeron, el gobierno te hace de puntero.
La propuesta me pareció loquísima, un desparpajo, pero analizándola mejor me di cuenta de que seria una ley muy aplicable acá en Argentina, adonde todos son drogadictos.
Si!, no se por qué o desde cuándo está de moda, pero son incontables las veces que tenemos que tolerar a personas contando su triste e inverosímil historia acerca de las drogas que consumió y de cómo abandono esa costumbre con el apoyo de su familia, amigos, pareja, etc. Debemos aguantar sus lágrimas de cocodrilo solo por el mero hecho de haber olfateado un porro en algún recital de Reggae, lo cual ya lo hace un adicto en recuperación. En este ranking de costumbres populares criollas, podemos reconocer también a los alcohólicos, que chupan un corcho de sidra y ni bien nos ven tomar una cerveza nos dicen “pibe, eso te saca todo”. Pegada a esta ultima viene la peor de todas, una moda popular que viene creciendo hace tiempo, La Locura.
Es algo tan raro como cierto, pero se vuelven locos por parecerlo, por ser drogadictos o alcohólicos.
No es que yo haga apología a la droga, al contrario, simplemente me desesperan las personas a las que les fascina hablar de drogas y comentarlo por todos lados. Y más aun me molestan las personas que se fuman un porro y hablan de drogas como si el papa hablase de la Iglesia. En Holanda se cansaron de escuchar las historietas falsas de todos los adictos, entonces dijeron. ¿Te querés drogar? Bueno, acá tenes, no hay excusa ahora.
Por eso, de todos los drogadictos o postulantes a serlo, he aquí una selección de 10, los más irritantes.

El de la piedra filosofal: Hasta ayer era un pìbe común y corriente. Hoy se fumó un porro y se cree Neo después de descubrir la Matrix. Despertó de un largo letargo y ahora “entiende todo” y está ansioso por contarlo. No hay canción que no hable de drogas ni película que no sea una metáfora lisérgica. Agobia a sus amigos con pedorras interpretaciones del mundo en clave de porro y si éstos intentan discutirle la verdad revelada les contesta con soberbia “dejá, vos sos muy cerrado, no sabés lo que es esto”.

El fanático religioso: Bob Marley es dios, Jamaica la meca y el reggae música celestial. Este imbécil tiene una necesidad incontenible de que todo el mundo se entere de su devoción, y no escatima en recursos: pins de hojas de chala, remeras con frases “ocurrentes”, el cuarto empapelado con posters de Marley y cuanta mierda encuentre con los colores rasta forman parte de su uniforme. Se relaciona sólo con seres de su especie y cualquier cosa que no involucre un porro automáticamente es “careta”.


El militante combativo: ni lucha de clases, ni guerras de poder, ni sed de conquista: la verdadera cuestión de la historia del mundo es la legalización. Con la convicción de un taliban fundamentalista este pelotudo se anota en todo tipo de activismo: desde plantar semillas en las plazas públicas hasta organizar una suelta de globos el día del cumpleaños de Bob Marley, cualquier excusa es válida para repetir por enésima vez su manifiesto drogón.

El snob ilustrado: sin dudas uno de los peores, a esta clase de imbécil habría que despellejarlo con un pelapapas. Examina cada porro que le cae en manos con la severidad de un sommelier frente a una botella de vino de 1000 dólares. Invariablemente cualquier cosa será una mierda en comparación a las tres millones de variedades de porro que probó en Ámsterdam, al hash que fumó en Marruecos o a lo loco que quedó esa noche que un grupo de monjes camboyanos lo invitaron exclusivamente a comer brownies mágicos en la mismísima punta del Tibet.

El botánico emprendedor: harto de depender de la caótica cadena de distribución de marihuana, el botánico se convence de que lo mejor es ser autosuficiente y se embarca con pasión en la aventura del autocultivo. Preocupado por informarse, al tiempo estará aburriendo a medio mundo con insoportables monólogos sobre sus plantas, a las que se refiere como si fuesen sus hijas, y habrá invertido la mitad de su patrimonio en lámparas especiales, semillas importadas del Congo Belga y cuanta porquería encuentre para mejorar su jardín.

El del consumo responsable: drogarse es para él una elección, una forma de vida, una ideología y, como tal, merece estar fundamentada en bases sólidas y argumentos irrebatibles. Con inquebrantable disciplina este energúmeno se estudió toda la bibliografía que existe sobre el tema, cita constantemente a Escohotado y recopila prolijamente todos y cada uno de los artículos que encuentra referidos a las drogas y sus efectos. Está al tanto de todas las novedades y es una verdadera enciclopedia parlante. No es un drogón, es un erudito y exige respeto.

El que se cree una estrella de rock: todos los demás son unos giles en comparación a él, que se cree el ser humano más canchero del planeta desde que se droga. Ama referirse al porro como si fuese su amigo, y a tales fines le pone nombres ridículos como “mike”, o “Harry”, y es incapaz de contar una anécdota sin aclarar cada dos minutos que “estaba reloco”, o que tal cosa era “reflashera”.

El “no a las drogas”: Némesis de todos los anteriores, el “no a las drogas” se define como un tipo serio y desprecia a todos los que “cayeron en esa”. Se refiere a todos los dragones como “hippies de mierda” y piensa que el mundo sería un lugar mejor si éstos se pudriesen en una isla. Este subnormal es de los más peligrosos, ya que detrás de su discurso de tipo centrado se esconde un vikingo capaz de absorber litros de cerveza como una esponja hasta perder el sentido y cometer las atrocidades más impensadas. Jamás amanecería en su casa de no ser por los 4 amigos que se encargan de arrastrarlo cada noche, y aunque despierte invariablemente abrazado al inodoro y la resaca lo atormente cada fin de semana no hay manera de que el mogólico se convenza de que el alcohol ES una droga, y de las peores.

El que se limó: este discapacitado mental tiene la culpa de que la marihuana cargue con el estigma de “droga de iniciación”. A él no le alcanzaba con estar “loco”, quería probar que se sentía estar RE loco y lo logró a costa de emprender una carrera demencial que lo llevó a fumarse, tomarse y aspirarse cuanta cosa tuviese enfrente, desde una pastilla hasta un frasco entero de poett y una botella de lavandina. Sus días son grises y aburridos, y espera la llegada de la Creamfields como un niño la navidad. Hace 10 años que ahorra para irse a Ibiza de vacaciones.

El que se limó y volvió: este es pariente del anterior, pero en una versión aún más insufrible. Después de amanecer una tarde tirado en una zanja sin poder acordarse cómo mierda había terminado allí, este idiota decidió que era hora de sentar cabeza y abandonó de sopetón todos sus vicios. Cual ex fumador extremista, ahora se dedica a predicar las maravillas de la vida sana y habla de “lo que pasó” como si hubiese atravesado el infierno mismo y hubiese salido ileso. Ante la más mínima mención de “un porrito”, el que volvió se pone serio y en tono grave empieza a relatar los pormenores de su experiencia de vida, como si se tratase de un enviado divino con la misión de salvar a la humanidad.

miércoles, 13 de junio de 2007

La Tierra Prometida



Más que un "crisol de razas", la Argentina es la mismísima promiscuidad hecha patria. Desde que esta parte del mundo existe en el mapa, las personas llegaron y siguen llegando hasta acá provenientes de los rincones más insólitos del planeta. Desde los galeses en la Patagonia hasta los chinos en Belgrano, pasando por los rusos que nadie entiende por qué siguen viniendo (si les queda mucho más cerca Europa), este país acogió amorosamente a todos y cada uno de los inmigrantes que vinieron soñando quién sabe con qué. Aunque siempre con la excepción de cualquier inmigrante sudamericano al cual tratamos como mierda y hacemos objeto de nuestro peor racismo sin que se nos mueva un pelo.
Sin embargo, y pese a que la variedad es de lo más amplia, a los argentinos -y especialmente a los porteños- nos gusta decir que somos "europeos". Según claman los habitantes de esta ciudad, en Buenos Aires hay más españoles e italianos que en esos países, cosa que es absolutamente ridícula si tenemos en cuenta que el último gran exilio europeo del que se tiene registro pasó hace por lo menos 60 años. Es decir, unos cuantos tendrán un bisabuelo o en el mejor de los casos un abuelo que aún recuerde su madre patria, pero el resto, la gran, gran mayoría, debería asumir de una vez que su origen, por más que intente disfrazarlo, es más argentino que la soda Ivess.
"Pero yo tengo sangre de italianos", dicen los necios, y aunque no tengan ni remota idea de las iniciales del nombre de su bisabuela, se plantan horas frente al consulado italiano, reclamando a los gritos que les devuelvan su verdadera nacionalidad. De obtenerla, los falsos europeos harán flamear el pasaporte comunitario cual estandarte en la cara de cualquier persona sensata que ose objetarles su "sangre".
Con la bandera de la ignorancia gritan a los cuatro vientos que por sus venas corre sangre “española” y que por ende, les otorgaran la visa ni bien se presenten en la embajada. Que con tan solo verles las facciones los confundirán con el mismísimo Franco y harán salir un vuelo de inmediato con destino a Madrid, donde los recibirán con una alfombra roja y fuegos artificiales, y les entregarán en el acto la llave de la ciudad.
Oh, Madrid. Esa es la paja mental de todos los Argentinos, que creen que en España son todos boludos y todavía no se enteraron de los sueldos que corresponden para cada empleado.
“No boludo, me voy a España, trabajo 4 horas y me van a pagar 10.000 euros”, repiten convencidos a sus amigos, que aunque dudan, quisieran extraerles con una jeringa un poquito de su sangre.
La bomba mediática social explotó, y hordas de Argentinos viajan a España en busca de la tierra prometida y la paga tan exorbitante como injustificada. Como sus ignotos bisabuelos, que vinieron a “hacerse la América”, ellos vuelven a la madre patria convencidos de que allá “la van a pegar”.
Para la mayoría los mongoloides el concepto directo de descendencia se reduce a una ecuación digna de un mono con calculadora: según estos subnormales accidentarse en suelo español no sería otra cosa que un gran golpe de suerte, ya que de recibir una transfusión de sangre de algún ciudadano nativo obtendrían automáticamente la ciudadanía. Nada de visa, ni pasaporte, ni partida de nacimiento. Abrime como una Naranja y veras el Águila Española anidando en mis entrañas.

Hoy es el gran día, el Aeropuerto está que brama: un grupo de argentinos retorna de su exilio, y cada uno de ellos nos mostrará su manera de hacerse querer ver distinto. A continuación, los diez casos más típicos:

El Que perdió la conciencia: Este es el que llega de España saludando a todos con dos besos, y diciéndoles a todos sus amigos, “vale”, “tío” y “tomar por culo”. Intenta desesperadamente hacernos creer que no es mas el que se fue sino una persona de mundo, pero todos sabemos que cada vez que habla tiene que hacer un ejercicio mental enorme para poder recordar las palabras que escuchó decir en España y hacerse el curtido. Generalmente se encarga de aclarar que “uy, disculpá, es que se me pegó”, por si alguien osó no notar su españolización, y a veces hasta intenta explicar el uso y el significado de una expresión tan común como “joder”.

El Resentido: Este tipo es el principal cabecilla de hacer correr la bola de que en España regalan los Euros. Acá en Argentina era un vago inútil, pero se fue creyendo que en Europa obtendría un puesto de gerente. Al llegar allí, acompañado por su monumental incompetencia internacional, le dieron su merecido puesto de ayudante de lavacopas. Él argumenta su fracaso y despotrica diciendo que en España lo trataron muy mal, que siempre le decían “Sudaca” y que los españoles discriminan a los argentinos porque saben que éstos son más inteligentes y temen que les roben sus trabajos.

El que Extrañaba: Si bien es cierto que hay gente que extraña mucho a sus afectos cuando se encuentra lejos de ellos, tampoco es ese el tipo de persona que decide desprenderse de todos para irse a vivir a otro país. Habla de su vida en el exilio como del éxito más rotundo, pero justifica su regreso diciendo que era incapaz de vivir lejos de la madre, la hermana y los amigos del barrio. Su contradicción es tan estúpida y transparente que no hace más que poner en evidencia su incapacidad de adaptación y la frustración de sus sueños locos de formar un imperio, cual Roma, de kioscos en Madrid.

El de que Afuera todo es Mejor: Este es uno de los más insoportables. Cada cosa a la que se refiere tiene su paralelo, mil veces mejor, por supuesto, en el lugar al que se exilió. Nosotros vivimos como animales en comparación a las maravillas que ocurren en el primer mundo, en el que nunca logró insertarse dadas sus condiciones de incivilidad aguda. “Acá te afanan en cualquier lado, el argentino es muy cagador. Allá todo el mundo es honesto y trabajador”. “Allá no hay choques, los semáforos funcionan bien y la gente sabe manejar”. “Vos tito que te gustan los quesos, esto es una mierda, es veneno, deberías haber probado el gorgonzola de Valencia”.

El de la Lobotomía: Esta persona vuelve totalmente cambiada argumentando que vivir en otro país le abrió por completo la cabeza. Si era punk volvió skinhead, si era hippie se transformó en yuppie, si era militar ahora es de izquierda, pero en el fondo invariablemente sigue siendo el mismo pelotudo que antes de partir. Es fija que en todas sus discusiones diga con aire de superioridad que: “No sabes lo que decís, vos estas acá encerrado y no podes entender que afuera hay un mundo, ya te va a pasar”.

El de la Inflación: Este personaje es bastante particular. Como todos sabemos, debe haber pocos lugares en los que la moneda de un país este tan desvalorizada como en Argentina, pero este tipo no entiende que plata es plata y personalidad es personalidad. Acá era un boludo, y era tratado como tal. Pero ahora, recién llegadito, cree que su personalidad se dolarizó y que por ende, debe ser venerado y tratado como alguien que nunca fue.

El más piola del barrio: En territorio argentino este tipo era un mediocre con un empleo administrativo remunerado con tickets canasta. Del otro lado del charco, sin embargo, nos quiere hacer creer que se convirtió en Gardel. Trabajaba la mitad que todos y cobraba el triple, vivía gratis porque había engatusado a una gallega para que lo aloje y se las arreglaba para no pagar ni el boleto de colectivo. Es lo que en el mundo se conoce como “argentino standard”, pero el llama “viveza criolla”.

El evangelizador: Este retrasado cree que descubrió la pólvora y adquirió los derechos de venta. Desde el momento en el que pone un pie en Ezeiza empieza a taladrarles la cabeza a sus familiares y amigos tratando por todos los medios de convencerlos de abandonar todo y partir. Promete conseguirles casa, trabajo y hasta pareja si es necesario, lo que sea con tal de que vayan y vean con sus propios ojos el paraíso terrenal en el que él vive en la más absoluta felicidad, aunque sea evidente que está más solo que kung fu y al borde del suicidio.

El tanguero: Es completamente irrelevante que haya partido hace menos de 6 meses. Para este tipo volver a la Argentina es como un viaje en el tiempo, y sus ojos se llenan de lágrimas frente a cosas que, cuando vivía acá, ignoraba por completo. Es capaz de pasarse media hora embobado mirando el obelisco o contemplar una empanada como si se tratase de una obra de arte. Llora de emoción con un partido de truco y un millón de dólares no tendrían para él ni un décimo del valor de un alfajor Suchard. Al verlo uno piensa que con el exilio está pagando el infierno en vida, habiendo abandonado todas las cosas que tan feliz lo hacían.

El que se volvió culto: Este especimen partió del país sin terminar el secundario ni haber leído completo un Olé, pero al llegar a Madrid, y mientras trabajaba de estatua viviente en la Plaza Mayor, se enteró de la existencia de esas cosas que se llaman museos y por primera vez en su vida intercambió más de tres palabras seguidas con una persona que hablase en otro idioma. Ahora emite monólogos insufribles sobre otras culturas, viajes, arte y literatura como si hubiese hecho tres carreras y dos posgrados, y no se cansa de repetir que en este país, lo que falta, es educación.

El que viene de shopping: Argentina es para él lo que Ciudad del este a los mortales que habitan cerca de la triple frontera. Parecería que no le importa nada de sus seres queridos o su lugar de origen, el tipo viene por tres semanas y porta interminables listas de compras para adquirir cosas a lo que, para su bolsillo europeizado, son precios irrisorios de los que se ríe como una hiena. Desde ropa hasta utensilios de cocina, pasando por objetos absolutamente inútiles y mersadas indescriptibles, pero de cuero, el del shopping no se cansa de vociferar la superioridad de su poder adquisitivo. Aprovecha además para ir a cuanto médico existe, hacerse análisis y sacarse las muelas y, si es mujer, no puede evitar internarse en una peluquería para hacerse tintura, reflejos, extensiones, masajes y depilación por el mismo precio que en Europa se paga media manicura. Allá vive como la rata exiliada que es, pero acá parece un argentino suelto en Miami en plena década del 90.