Ayer fue la entrega de diplomas de mi hermano menor que, para su inmensa felicidad, terminó de una vez por todas con ese karma espantoso que no sirve para otra cosa que para enseñarle a la gente a madrugar, que es el colegio.
A grandes rasgos, el evento no difirió en mucho de cualquier otro de características similares: mucho adolescente emocionado, mucho profesor haciendo los chistes de rigor, mucho padre emotivizado porque se le egresaba el nene y mucho videíto "que no se corte" y "Egresados 2007".
Hasta ahí, todo normal. Sin embargo, en algún punto de la ceremonia que no recuerdo exactamente, pero creo que fue más o menos cuando la rectora empezó con el speech de "la nueva etapa", yo no tuve mejor idea que ponerme a llorar a moco tendido y sin consuelo, a tal punto que mi abuela me preguntó si me angustiaba el paso del tiempo, mi madre si me sentía bien, mi hermano si estaba drogada y mis amigas si necesitaba una pastilla de ibuprofeno.
No, no, y no. Yo lloraba sin cesar, sì, pero no porque me hubiese emocionado el evento, ni porque me hubiesen conmovido las palabras del docente emotivo de turno, y ni siquiera -por mucho que me alegre-porque a mi hermano le hayan dado su diploma.
Yo lloraba, al mejor estilo protagonista de película italiana de posguerra, porque sabía que hoy, a esta hora, y si todo salía como tenía que salir, la recibida iba a ser yo.
Díganme Editora.
(O casi, porque soy TAN a pedal que todavía debo una materia del CBC. Pero bueno).
jueves, 20 de diciembre de 2007
domingo, 16 de diciembre de 2007
De tacheros y mujeres
Es hora de que alguien lo diga, en vistas a que todas las argentinas (o al menos todas las porteñas) nos vamos a tener que enfrentar una y otra vez a la misma enfermante situación por los próximos 4 años.
Por supuesto que no voy a hablar de política, no se asusten.Para eso necesitaria a.estar en condiciones de hacerlo, b.estar motivada para hacerlo y c. un blog en Wordpress. Pero sí voy a hablar de este gobierno o, mejor dicho, de las implicancias sociales más inmediatas del mismo.
Este gobierno, sépanlo todos, no es nada más ni nada menos que el producto trasnochado y malparido de la cruza entre un tachero borracho y la lámpara de Aladino versión tercermundista. Hete aquí que, a la ya consabida tortura que representa el intercambio de palabras con el chofer, ahora se le suma el pequeñísimo detalle de que los muy energúmenos están de parabienes: por el mismo precio (por el mismo precio que en Manhattan, cabe aclarar) y la misma distancia que antes, ahora pueden despacharse largo y tendido sobre los dos tópicos que más disfrutan a la hora de hablar boludeces: el gobierno y, Dios nos ampare, las mujeres.
De solo imaginarme la cantidad de chascarrillos medio pelo y comentario machistoides y decadentes a los que los tacheros (y no sólo) nos van a someter a lo largo de los próximos años, me dan ganas de extirparme las orejas con un pelador de papas oxidado y sin filo.
De ninguna manera estoy dispuesta a tolerar -no sin terminar discutiendo a grito pelado en medio de Corrientes y Carlos Pellegrini, al menos- que un gremio entero de pelotudos (que para colmo de males se han puesto TODOS de acuerdo, estén a favor o contra del gobierno de turno) se regocije taladrándome -aún más- la cabeza con comentarios del tipo "Uh, si mi jermu fuese presidente...", o "Ta buena la vieja, ¿eh?" o peor aún -y acá es cuando me dan ganas de ser Uma Thurman en Kill Bill y degollar al muy animal con el borde del espejo retrovisor- "La verdá es que para ser mujer..."
No es porque yo sea partidaria de ese invento de gordas feas que es feminismo en su faceta más recalcitrante, ni mucho menos. Ya alguna otra vez aclaré que el enfrentamiento machismo-feminismo me aburre hasta el llanto, y sigo manteniendo la misma postura al respecto. Pero es que soy partidaria de la democracia y de la igualdad y, en ese sentido, creo que no hay ningún estado que cumpla tan bien con esas dos condiciones como la Pelotudez Infernal, que trasciende alegremente fronteras de todo tipo, color, género, edad, nacionalidad y clase social.
Estoy pensando seriamente en comprarme un auto: por favor que alguien me averigue qué fue de la vida de Roxi Panigassi, que necesito contratarme una ChoferA con carácter de urgencia.
Por supuesto que no voy a hablar de política, no se asusten.Para eso necesitaria a.estar en condiciones de hacerlo, b.estar motivada para hacerlo y c. un blog en Wordpress. Pero sí voy a hablar de este gobierno o, mejor dicho, de las implicancias sociales más inmediatas del mismo.
Este gobierno, sépanlo todos, no es nada más ni nada menos que el producto trasnochado y malparido de la cruza entre un tachero borracho y la lámpara de Aladino versión tercermundista. Hete aquí que, a la ya consabida tortura que representa el intercambio de palabras con el chofer, ahora se le suma el pequeñísimo detalle de que los muy energúmenos están de parabienes: por el mismo precio (por el mismo precio que en Manhattan, cabe aclarar) y la misma distancia que antes, ahora pueden despacharse largo y tendido sobre los dos tópicos que más disfrutan a la hora de hablar boludeces: el gobierno y, Dios nos ampare, las mujeres.
De solo imaginarme la cantidad de chascarrillos medio pelo y comentario machistoides y decadentes a los que los tacheros (y no sólo) nos van a someter a lo largo de los próximos años, me dan ganas de extirparme las orejas con un pelador de papas oxidado y sin filo.
De ninguna manera estoy dispuesta a tolerar -no sin terminar discutiendo a grito pelado en medio de Corrientes y Carlos Pellegrini, al menos- que un gremio entero de pelotudos (que para colmo de males se han puesto TODOS de acuerdo, estén a favor o contra del gobierno de turno) se regocije taladrándome -aún más- la cabeza con comentarios del tipo "Uh, si mi jermu fuese presidente...", o "Ta buena la vieja, ¿eh?" o peor aún -y acá es cuando me dan ganas de ser Uma Thurman en Kill Bill y degollar al muy animal con el borde del espejo retrovisor- "La verdá es que para ser mujer..."
No es porque yo sea partidaria de ese invento de gordas feas que es feminismo en su faceta más recalcitrante, ni mucho menos. Ya alguna otra vez aclaré que el enfrentamiento machismo-feminismo me aburre hasta el llanto, y sigo manteniendo la misma postura al respecto. Pero es que soy partidaria de la democracia y de la igualdad y, en ese sentido, creo que no hay ningún estado que cumpla tan bien con esas dos condiciones como la Pelotudez Infernal, que trasciende alegremente fronteras de todo tipo, color, género, edad, nacionalidad y clase social.
Estoy pensando seriamente en comprarme un auto: por favor que alguien me averigue qué fue de la vida de Roxi Panigassi, que necesito contratarme una ChoferA con carácter de urgencia.
martes, 11 de diciembre de 2007
Comfortably Numb
Si este fuese un blog de esos que dan para escribir cosas cortas y al pasar, ya mismo estaría poniendo un post que dijese alguna boludez del tipo "Estamos trabajando para Ud." o simil, y me quedaría tranquila al respecto.
Como no lo es, y como quien suscribe es una persona culpógena y autoflegelante de esas que sienten que tienen que ir por la vida dando explicaciones por todo (y gastando fortunas en terapia, de paso), ahora me veo en la obligación de escribir algo más o menos largo y coherente tratando de justificar la ausencia, pidiendo perdón por las 4254 ideas malas que se me ocurrieron y no escribí y excusándome por haber llegado, incluso, a fantasear con cerrar el blog a la mierda, y ya.
Podría, pongamosle, hablar de mi trabajo. Y me van a tener que disculpar uds. por el aburrimiento, pero de lo único que tengo ganas de hablar es mi compañero de laburo M.G..
M.G. es la persona más intachable del mundo, sin temor a exagerar ni a equivocarme. Es lindo, bueno, prolijo, correcto, educado, simpático y cordial. Además, es paciente y pedagógico como una maestra jardinera, pero tan serio y respetuoso como un profesor universitario.
M.G. se casó cuando era más joven que yo, empezó a trabajar en la empresa más o menos cuando tenía mi edad y se recibió algo así como 1 año después de eso, de una carrera que por supuesto nunca ejerció. Tiene una hija de dos años que sonríe desde el fondo de la pantalla (nada de portarretratos y esas mersadas: M.G. es un tipo muy medido) y alrededor de la cual parece orquestarse toda su vida.
M.G. no puede salir del país, por los papeles de "La gorda". No puede vacacionar en la playa, porque "La gorda" se insola. No puede irse al sur, porque es mucho viaje para "La gorda". No puede irse al norte porque, además de ser mucho viaje, podría haber bichos tipo una vinchuca, que atentasen contra el bienestar de "La gorda". Moraleja: M.G. decidió que pasará sus únicos 14 días de vacaciones en una estancia a 100 kms de Buenos Aires, donde estará tranquilo porque ya se cercioró de que hay un médico las 24 hs., listo para atender a "La gorda" ante cualquier eventualidad.
M.G., decía más arriba, se casó a los 23. Su mujer no sonrìe desde ninguna foto, pero llama por teléfono a razón de una vez cada dos horas, y siempre parece tener que consultar algo relacionado con "La gorda". No sé si M.G. está enamorado de su mujer, si la ama con locura o si es la persona junto a la que soñó envejecer. Tampoco sé si la odia, si la caga o si no la soporta. Lo que sí sé, sin lugar a dudas, es que M.G. y su mujer son la clase de personas a las que dejaría a cargo de regarme las plantas si me fuese de viaje: estoy segura de que se turnarían para venir a mi casa con una regadera, fertilizante y un artilugio importado para medir el nivel de humedad de mi potus. Esa es la clase de gente que son.
A M.G. no le cambia la cara cuando habla con su mujer, ni para bien ni para mal. No se pone contento cuando la atiende, ni modifica ni en un decibel el tono cuando habla, ni jamás corta ofuscado por la charla. M.G. acaba de cumplir 9 años de casado, pero no parece haberle parecido ni mucho ni poco.
También decía que M.G. empezó a trabajar en la empresa antes de recibirse y que, aunque se recibió (como no podía ser de otra manera) jamás ejerció su carrera. Una vez terminada la pasantía para la que entró, 6 años atràs, le ofrecieron quedarse y el dijo que sí. Después, pasito a pasito y muy a lo "empresa yanqui", M.G. fue escalando posiciones, cambiando de área y ganándose el respeto de sus superiores.
M.G. nunca podría ser un "Superior", porque para eso hay que ser Ejecutivo. M.G., tan prolijo y aplicado, no es más que un muy buen Operativo. Pero eso tampoco parece importarle.
Hoy le pregunté a M.G. si no pensaba nunca ejercer su profesiòn, si no quería hacer un posgradoo o estudiar otra carrera, si no le gustaría viajar o haber viajado, si no soñaba con hacer algo "con lo suyo"...
"¿Sabés qué pasa?...es que la verdad...es que estoy tan cómodo así..."
M.G. está "cómodo", y a mí me corrió un escalofrío por la espalda. Lo único que quiero para el arbolito es que alguien me prometa que, si alguna vez me oye hablar como M.G., se haga cargo de que me autoricen la eutanasia.
Como no lo es, y como quien suscribe es una persona culpógena y autoflegelante de esas que sienten que tienen que ir por la vida dando explicaciones por todo (y gastando fortunas en terapia, de paso), ahora me veo en la obligación de escribir algo más o menos largo y coherente tratando de justificar la ausencia, pidiendo perdón por las 4254 ideas malas que se me ocurrieron y no escribí y excusándome por haber llegado, incluso, a fantasear con cerrar el blog a la mierda, y ya.
Podría, pongamosle, hablar de mi trabajo. Y me van a tener que disculpar uds. por el aburrimiento, pero de lo único que tengo ganas de hablar es mi compañero de laburo M.G..
M.G. es la persona más intachable del mundo, sin temor a exagerar ni a equivocarme. Es lindo, bueno, prolijo, correcto, educado, simpático y cordial. Además, es paciente y pedagógico como una maestra jardinera, pero tan serio y respetuoso como un profesor universitario.
M.G. se casó cuando era más joven que yo, empezó a trabajar en la empresa más o menos cuando tenía mi edad y se recibió algo así como 1 año después de eso, de una carrera que por supuesto nunca ejerció. Tiene una hija de dos años que sonríe desde el fondo de la pantalla (nada de portarretratos y esas mersadas: M.G. es un tipo muy medido) y alrededor de la cual parece orquestarse toda su vida.
M.G. no puede salir del país, por los papeles de "La gorda". No puede vacacionar en la playa, porque "La gorda" se insola. No puede irse al sur, porque es mucho viaje para "La gorda". No puede irse al norte porque, además de ser mucho viaje, podría haber bichos tipo una vinchuca, que atentasen contra el bienestar de "La gorda". Moraleja: M.G. decidió que pasará sus únicos 14 días de vacaciones en una estancia a 100 kms de Buenos Aires, donde estará tranquilo porque ya se cercioró de que hay un médico las 24 hs., listo para atender a "La gorda" ante cualquier eventualidad.
M.G., decía más arriba, se casó a los 23. Su mujer no sonrìe desde ninguna foto, pero llama por teléfono a razón de una vez cada dos horas, y siempre parece tener que consultar algo relacionado con "La gorda". No sé si M.G. está enamorado de su mujer, si la ama con locura o si es la persona junto a la que soñó envejecer. Tampoco sé si la odia, si la caga o si no la soporta. Lo que sí sé, sin lugar a dudas, es que M.G. y su mujer son la clase de personas a las que dejaría a cargo de regarme las plantas si me fuese de viaje: estoy segura de que se turnarían para venir a mi casa con una regadera, fertilizante y un artilugio importado para medir el nivel de humedad de mi potus. Esa es la clase de gente que son.
A M.G. no le cambia la cara cuando habla con su mujer, ni para bien ni para mal. No se pone contento cuando la atiende, ni modifica ni en un decibel el tono cuando habla, ni jamás corta ofuscado por la charla. M.G. acaba de cumplir 9 años de casado, pero no parece haberle parecido ni mucho ni poco.
También decía que M.G. empezó a trabajar en la empresa antes de recibirse y que, aunque se recibió (como no podía ser de otra manera) jamás ejerció su carrera. Una vez terminada la pasantía para la que entró, 6 años atràs, le ofrecieron quedarse y el dijo que sí. Después, pasito a pasito y muy a lo "empresa yanqui", M.G. fue escalando posiciones, cambiando de área y ganándose el respeto de sus superiores.
M.G. nunca podría ser un "Superior", porque para eso hay que ser Ejecutivo. M.G., tan prolijo y aplicado, no es más que un muy buen Operativo. Pero eso tampoco parece importarle.
Hoy le pregunté a M.G. si no pensaba nunca ejercer su profesiòn, si no quería hacer un posgradoo o estudiar otra carrera, si no le gustaría viajar o haber viajado, si no soñaba con hacer algo "con lo suyo"...
"¿Sabés qué pasa?...es que la verdad...es que estoy tan cómodo así..."
M.G. está "cómodo", y a mí me corrió un escalofrío por la espalda. Lo único que quiero para el arbolito es que alguien me prometa que, si alguna vez me oye hablar como M.G., se haga cargo de que me autoricen la eutanasia.
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